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lB.
~PÉRE:Z
GALDÓS
{
co
y
serepo; $e consideró puesta en una caja.
fría '
y
dura,
y
fué 'rodeada de silencio
y
alum–
brada de tristes luces.
Y
no oBstante, en me–
dio de tan lúgubre calma
obser~aba
el fenó–
meno de
su
muerte, se miraba en él como en
.
'
claro espejo, '
y
en él veía reflejarse su hermo-
sura, su .amor,
~us padecimientqs~
todo.loque
constituia la
desgrRci~da
.p·enionalidad que en
el mundo llevaba el llombre de .Gloria.
Se sintió bajada
á
un antro cavernoso y
húme'do
y
encerradá en estrecho espacio, sin
aire,
sin
luz. Enorme peso habia caído sobre
ella; junto
á
sus brazos extendlans.e entrelaza–
das como
culebrfl~
la,s raíces de los árboles, de
.los mismos árboles que más 'arriba mecian en
\ . clara
y
tibia atmósfera sus hojas, dando
a~ber
gue
á
'los pájaros. Desde aquella profundidad
percibió los pasos de los
que
aún
vivían,
yes–
to la hizo pensar con más fuerza en las pren–
das de su corazón. Pensó tanto, que laslágri–
mas brotaron de sus ojos, corri1endo
COIDO
ma–
nantial escondido por aquella tenebrosa entra–
~a
de la tierra. De pronto vió
la
extensión de
108
cielos,
el
mar; pero no Ja tierra
ni
el sitio
donde estaba. Todo era claridad, luz, día infi–
nito .. Allá lejos distinguió al fin una especie de
rib~ra
mezquina, montes, una t.orre,
y
des e
aquel horizonte venía un hombre, marcl'.l111 o