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I

'GLORIA

111

~e.ctas,

ligeramente arqueadas hacIa la sien,

partía'la nariz

agui~efia,

fina, intachable, como

cO'rtada pO'r 4iestró cincel. Bigote castai10

y ,

b,arba del mismo-cO'lor, un poco

puntiag~da

y

ligeramente bifurcada en su extremidad,

re~

mataban dignamente un rostro que era de los

más acabadO's que pueden imaginarse. Gloria,

en aqueLbi'eve instante de observación, hizo

un paralelo rápido entre la cabeza /' que tenia

defánte

y

lá del Senor que estaba

en

la Aba–

día,

dentrO' de larul'na de cristal y cubierto

cón

blanquísimas sábanas de fina holanda.

PerO' nO' había tenidO'_tiem,pO' de hacer de- \

ducción alguna,

cuan.do

se 'abrió

la

puerta que

cO'municaba cO'n la casa nueva, y aparecierO'n

D.

Angel

y

D.

Juan. Andaban con cuidado

para, nO' hacer ruido.

elOhl

¿Ya estás aquf?-dijO'

D.

Juan.-¿Po~

dónde has 'entrado?

-Por la pO'rtalada.

. -Hija, nO' mandé á Duscarte porque nO' he–

mos tenido un punto de reposo. Ya

ves••

D.

Juan sef1alaba al hO'mbre.

e

N

08

hemos llevadO' un rato', hija•..

~dijo

el

Obispo con orgullo.-Pero por bien empleado.

Hemos realizado un acto heróico.'

Gloria preguntaba con la mirada.

-Ah! le

tienes,

ahí

tienes á un desgraciado

/

,