manejo de principios de bibliografía, al incorporarlo a la redacción del
Boletín
Bibliogr4fico de San Marros,
que empezó a publicarse también en 1923, así como
en el concepto básico de que una biblioteca no puede tener <<limitaciones sectarias
ni es rm mero refugio de documentos históricos ni rm almácigo de libros
abstrusos, con prescindencia de la literatura>>, así como en el del valor bibliográfico
de la revista,
«a
veces tan grande como el del libro», de lo que deja constancia el
Dr. Basadre en el artículo titulado «Zulen», con que abrió su primer libro,
Equivocaciones,
publicado en edición bifronte con Luis Alberto Sánchez en 1927.
Al fallecer Zulen en 1925, DonJorge se retiró de la biblioteca de la Universidad,
a la que volvió en 1930 en calidad de Director, nombrado por el entonces Rector
Dr. Alejandro Deústua a cuyas órdenes ya había servido Basadre en la Biblioteca
Nacional, cuando Deústua fue, entre 1928 y 1930, Director de la misma. Esta
posición de Director de la Biblioteca de San Marcos es la que posibilita que, en
setiembre de 1931, con el apoyo entusiasta de José Antonio Encinas, a quien
califica como «el gran rector de San Marcos», Basadre obtenga rma beca de la
Frmdación Camegie para estudiar, en especial, organización de bibliotecas, y en
general, bibliotecología.
Deduzco; como conclusión de atar cabos sueltos dispersos de conversaciones
muy esporádicas y desordenadas, mantenidas con DonJorge sobre muy diversos
e inconexos temas, entre los que alguna vez hablamos de su conversión, según
él, de bibliotecario empírico en bibliotecólogo, o sea, en bibliotecario científico;
que a Basadre -ya a los 27 años de edad- esta etapa de su formación como
especialista en la materia en los Estados Unidos, le fue muy dura, pero que el
sacrificio y esfuerzo que le demandó fueron compensados con la satisfacción de
adquirir conocimientos y técnicas que, no lo imaginaba él por entonces, le iban
a permitir ser el exitoso reconstructor y organizador de nuestra tercera Biblioteca
Nacional. El soltero, introvertido y sobrio, que era el Dr. Basadre en 1931 y 1932,
quetnó, como se dice, las pestañas, en escasos seis meses, que equivalieron a rm
año pues dedicaba al trabajo y la lectura más de dieciséis horas diarias, en
«bibliotecas-tipo» y en escuelas de bibliotecarios, especiahnente seleccionadas
para su entrenamiento por la Asociación Norteamericana de Bibliotecarios, bajo
la estricta supervigilancia de esta institución, como el propio becario lo relata en
su libro
La
Vida
y
la Historia.
El Dr. Basadre guardó siempre rm grato recuerdo
de esta su prllnera visita a los EEUU, armque se le escaparan, a veces, veladas
referencias a ciertas estrecheces y limitaciones propias de la vida de rm joven
estudiante latinoamericano, escaso de medios, en rmlugar como el gran país del
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