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que se confunden y frustran a nuestra ciudadanía quienes toman erradas

decisiones políticas que conducen ala desintegración y no ala auténtica integración

que requiere el Perú.

Para que el sistema bibliotecario nacional ideado por el Dr. Basadre se instalara

pllinero y se extendiera luego, con eficiencia, él consideraba esencial, fundamental,

que lo hiciera sobre la base de personal profesional, no «especializado», sino

profesionalizado, es decir que hubiera seguido durante rm cierto tiempo estudios

en escuelas de Bibliotecarios ypasaraluego por los cedazos sucesivos de prácticas,

pruebas y exámenes, los cuales, a la vez que probarán su aptitud, templarán su

vocación y volrmtad para el trabajo; y alguna vez en la conversación se refirió a la

posibilidad y necesidad de establecer que arm el personal administrativo que

trabajara en las oficinas de las bibliotecas debía pasar por rma etapa, previa a su

incorporación, que lo capacitara y calificara para su tarea, dada la singularidad de

las instituciones bibliotecarias y de cuanto con ellas se relaciona

y,

por tanto, la

necesidad de que al interior de ella todos sus integrantes posean y compartan rm

mismo lenguaje técnico, rma misma visión, rma misma mística.

No voy a extenderme en lo que el Dr. Basadre hizo y significó para coronar con

éxito, en poco mas de tres años, la reconstrucción de la Biblioteca Nacional, en

realidad su recreación. Las experiencias y las peripecias de esa tarea ciclópea están

mnplimnente descritas en los diversos textos en que trató de ella: en el nÚtnero

1 del

Boletín de la Biblioteca Nacional,

publicado en 1943, poco después de ocurrido

su incendio; en el editorial que escribió para el plliner nÚtnero de la revista

Fénix,

en 1944; en los discursos que pronrmció en enero de ese año, en oportunidad de

la colocación de la primera piedra de este local y en mayo, tmnbién del mismo

año, en la clausura del plliner curso de la Escuela de Bibliotecarios; en el que

pronrmcia al inaugurarse la Primera BibliotecaRodante en 1957; en el prólogo

que redactó para la obra intitulada

Pequeñas Bibliotecas Públicas,

editada en 1958; y

en la <<Declaración del Callao», en la que proclmna, el derecho del pueblo a la

cultura y reclmna que ese derecho tiene rmo de sus exponentes en la biblioteca

pública. Todos estos textos, de los cuales he usado para preparar esta exposición

y abusado en cuanto a transcribir varios de sus párrafos mas llnpactantes,

debieran ser agrupados orgánicamente en rm tomo destinado a constituirse en

texto de frecuente lectura y permanente consulta para los bibliotecarios del Perú,

tanto de los en actual ejercicio cuanto de los que se estén formando en el presente,

así como de todos aquellos que aspiren en el futuro a ingresar en las escuelas de

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