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quisiera juntar ambos con cepto , campo cultural y el papel

de los individuos. ¿Qué sería entonces la cho ledad? U n espacio

de creatividad permanente donde lo individuo juegan un

papel deci ivo. Y con ellos, la fuerza ociale que los animan.

Para entender esta propue ta e preci o romper con la

colonialidad del pensamiento que define los temas como i

hablá emos de religión.

La

tendencia de definir algo po r una

e encia, tan frecuente, ignora la conflictividad que habita todo

«campo» de lo real. Pero la cho ledad no es una co a, e un

e pacio de enfrentamientos y opos idone , cuyo re ultado es

asombro amente un producto cultural. Como lo dijo el iejo

Marx, los hombres hacen la histo ria, pero n o la que creen

hacer. Parodiando, la ch oledad contempo ránea no e propone,

no es causa o programa po lít ico, ino con ec uen c ia

imprevisible. Cine, rock and ino, moda , plástica. Campos de

fuerzas opue tas y complementaria . Y cada individuo, desde

el comerciante al artista, un combinado r. No e poco. En el

pa ado el a ombro o mistico catalán Raymo nd Lulle hizo su

elogio,

ars combinatoria.

En el presente, el elogio lo hace Lévi–

Straus , como inflexión , cur a, eterno de en ir, c mo práctica

y pensamiento, y lo llama

bricolaje.

Y entonces un reparo mayo r. ¿No ha ido un poco así de de

lo inicio de nue tros tiempo moderno ? ¿De de el XVI

peruano? Me temo que mucho , i leye en el estupendo e tudio

sobre « lo me tizaje »de Carmen Berhand y de Serge Gruzin

ki,

se lle arían una sorpre a. La capacidad de adquisición y de

rechazo de unos y otros elemento de lo propio y de lo ajeno,

arrancó de de lo primeros ep i odio colo niales, desde lo indio

y lo me tizo.

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Lo que llamamo cho lo no e sino lo mi mo, y

a la vez diferente -collage, diá pora, flujo- en las tentaciones

e in inuaciones de la globalización d nue tro día . En suma,

má que una afirmación ante un antagon ista, es alteralidad . Y

e nos conduciría a otro concepto, el de heterolooia (como

lo u a Bajtin, Todorov, de Certeau). Hubie e querido explorar

e os concepto y pen adores pero sobrepa aría lo límites de

e ta línea . Para otra oca ió n, a lgo má va to obre e a

capacidad no solo de integrar lo ajeno ino de de orario, no

a ntropo logía sino aludab le metáfora de la antropofagia

cu ltu ral. Asimi lar, d glutir, devorar.

En urna, i un rasgo común habría que ubrayar en materia

de comportamiento -el «pattern» de Tonnie , de Par o n , o

«el componente» de Merto n - aque ll o que aparece com

co ndu c ta , de de co mercia nte y p r imero empre ario

popu lares a empre ario culrurale de e tos día , e el de una

ociabilidad «para llega r a lo mi mo fines». A í, d de los

día en que Norma Adam y é to r Valdi ia ob er aron «lo

otro empre ario •, su ética de migrantes y la formación de

empresario en Lima, y lo que eñala en Hernando de Soto,

Mato Mar entre lo primero , e e ra go ha hech o algo má

que afi rmarse.

La

iabilidad de lo ex-andino no o lo ha

in adido el e pacio de lo ocio-económico . Un tipo d e

ociabilidad fue al in icio club departamentales, a ociaciones

COL.QQUJO LO CHOLO EN EL P ERú