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ORACION FUNEBRE.

el plomo;

¡Ai!

¡oh dolor! ¡oh sumo dolor! sentía–

mos nuestras almas destrozadas

i

abatidas como

si las oprimiera el peso, de una inmensa monta–

ña. I cuando oíamos el grito desgarrador de

esos miles de heridos, hacinados por la necesi–

dad del momento sin poderles prestar eficaz so–

corro; ¡Oh, Dios mio! ¿quién sabe medir la pro–

funda

i

vasta tristeza que ahogaba el corazon

en un mar de penas para maldecir una

i

mil

veces esa bárbara lei de dirimir por la espada

las cuestiones que dabieran resolverse por la

palabra intelijente

i

justiciera?

Pero ya que ea forzoso pagax tributo a esa-lei

de horror

i

de muerte, los que esponen su vida

i

vierten su sangre para i·establecer el úrc1en

i

cimentar la justicia, merecen en la tierra un

homenaje de indecible gra.titud. Sus nombres

deben pasar a la posterida.d como .un. tesoro de

inapreciable valía,

i

el polvo del olvido nunca po–

drá.

ocultar bajo la losa del sepulcro sus:glorio–

sas

cenizas. En los altares de los mártires

i

en

las tumbas de los héroes está escrita la histo1·ia

de las grandes' acciones de los individuos

i

de

los pueblos,

i

esos son los sitios sagrados donde

se aprende a morir por la relijion

i

por la patria.

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.

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