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as variables más
importantes del modelo de desarrollo
Con este comportamiento no comprendemos que somos parte de
una sociedad, y que existe una ida y vuelta entre nuestro bienestar
individual y nuestro bienestar en sociedad. Si no dedicamos un
minuto de nuestro tiempo disponible a comprender y resolver es-
tos problemas, ¿cómo queremos que nuestras calles estén limpias,
bien ordenadas? ¿Cómo queremos tener un mejor cuadro de vida si
no dedicamos una fracción del total de nuestro tiempo disponible a
diseñarlo, costearlo y contribuir a su ejecución?
Por ejemplo, en las sociedades de autoconsumo, en donde el dine-
ro no tenía una función predomínate como ahora, existía
de una
manera natural
un real equilibrio entre el trabajo individual y el
trabajo colectivo. Un tiempo dedicado al cultivo de su chacra, de
su casa, y otro dedicado a los grandes trabajos. Sino, ¿cómo se
explicaría la construcción de las pirámides de Egipto o las forta-
lezas Incas sin la participación colectiva, organizada y consciente,
de miles y miles de personas al mismo tiempo? Esas obras no las
puede realizar una sola persona.
Ya no vivimos en sociedades de autoconsumo. Actualmente todo
pasa por los intercambios en precios expresados en unidades mo-
netarias. Entonces, es importante comprender que una fracción de
nuestro tiempo o de nuestros ingresos debemos destinarlo a los
trabajos que requieren la participación de más de una sola persona.
Hay algunos que requieren la participación, física o monetaria, de
todos los habitantes de la comunidad; otros solamente de una frac-
ción de ella.
Nuestra Democracia representativa y participativa nos ha acostum-
brado a “elegir” un representante para que resuelva los problemas
en nuestro lugar; es decir, hemos “descargado” sobre el “represen-
tante” (presidente, congresista, alcalde…) todos los problemas de
sociedad. Para ello le permitimos que nos impongan una cierta tasa
o impuesto con el que se cubrirá los costos de las obras y servicios
necesarios a la colectividad.