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constancia que no se
bÍzo esperar
el tiempo en
que sobrepasb 'sus menudos colegas en el
CO•
nooimiento del
t,
A, B: O,
aprendizaje de lec·
tura corrida, recitación de la doctrina cristiana
y
ayudar
á
misa.
Encantado el buen sacerdote maestro con la
habilidad y conducta intachable de su discipu·
·10,
lo tomó
á
su cargo
más
de cerca, pidiendo
á
Íos padres de
J
uau que lo dejasen desempeñar las
menudas faenas de
la
sacristía. Así lo oto!ga–
ron ellos con grande regocijo del niño, que en
el nuevo cargo no veía, como
un
muchacho vul–
gar, el halago de aprovechar los restos de fos vi–
nageras y hostiario, sonar
la
campanilhi
&
sacu–
dir el incensario en la misa mayor, sino
la
proxi·
midad al misal
y
á
los libros del párroco.
Lo que llamamos vocación no es otra cosa·
qtie la tendencia del espíritu
á
su m'lyor per–
feccionamiento mediante las funciones en
que
el cuerpo toma su más noble concurso de acción,
El día del ingreso de Juan
á,
la sacristanía del
curato de Mollebamba, queió definido su por•
venir.
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