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Discurso II.
de conseqilencia , segun aquella similitud con
que la sombra sigue al cuerpo. Hecha la ema–
nacion de la luz , esta se debilita segun se ale–
ja de su principio ,
y
tanto finalrnente se ale–
ja , que llega
a
extinguirse. Como Ia debilidad
de la luz principia, empiezan las tinieblas, lle–
gando
a
obscuridad perfecta donde la luz llego
a
perder toda
SU
eficacia. La luz es acti va '
y
benevola , las tinieblas reacti vas ,
y
malevo–
las (
i).
9
Esta contrariedad de principios, luz,
y
tinieblas , amor ,
y
discordia, armonla, y diso..
nancia , es muy famosa en toda la Teologia
Oriental , doctrina dimanada de la mutua opo·
sicion de Ios elementos del mundo , y contra–
riedades que en el
se
experimentan, tanto en Io
fisico, como en
Io
moral, en cuya templada
oposicion ,
y
medida de fuerzas todo consiste.
Aunque coeternos estos principios luz ,
y
ti–
nieblas , con el Ur,
6
fuego purisimo los ha–
cian no obstante subordinados : de modo,
que
la lnteligencia increada , 6 el Supremo ,
y
do–
minante Ser era uno solo.
En
tiempo de Dio-
do-
( r) Memorias hist6ricas sobre el principio activo del Univer–
so por Mr. el Abad le Batteux en las de la Academia Real
de las Inscripciones , tom. 46. en
12,