Monarquía
Divfna.
203
§.
VI.
7
5
En
suma ,
los
menos ciegos en
este
sistema , si
algo hay en él que no sea ce–
guera , de la infinita bondad de Dios , sin ha–
cer cuenta de su inescrutable providencia ,
sa–
caban sus falaces conseqüencias. Consideraban
esta bondad en un _grado , que
á
poder evitar
todos los males, lo haría sin .duda ;
y
el permi"'!'
tirlos lo atribuían
á
defecto de
su
poder.
Esto
les movió
á
hacer de la materia un principio
tan poderoso , que
fu
ese capaz de resistir
á
los
esfuerzos del Altísimo ,
ó
del principio bueno.
En una palabra, constituyeron una materia coe–
terna
al
Altísi~no,
y
bien que del todo ciega,
y
estlÍpida , tan resistente en sus .direcciones
á
la
voluntad ,
y
poder
del
espiritual
Principio,
que aunque pudiese en
algo
sujetarla , no le
fu
ese posible en todo domarla , manteniéndose
el vigor de uno-,
y
otro principio , esto es , de
bienes,
y
·males -en equ~ilibrio. Quisieron , pues,
mas derogar
al_
poder de ,Dios ',
ó
del buen Prin–
cipio, -que minorar en algo su bondad. ·
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Pero vamos por · partes : Una 1nateria
eterna ,
y
una ·rn.ateria .resistente
á
todo el po-–
der del Altísimo. ¿Eterna la materia?¿ Tiene de
sí misma
el ser
?
-¡Qué absurdo
!
Mas preciso
es
que