2·5
tl
dos aquella,Oracion en cierta mane-–
ra.
Dos cosas hay aquí verdaderas:_
La una, que Jesu-Chrísto les alcan–
zó
la gracia singular de que su fé no
falte del 'lodo, que es lo que hace
perder la gracia de la perseverancia
final. La otra, que nadie recibe es–
ta
gracia, si~ que Jesu-Christo la
haya pedido,
y
la
esté continua–
mente pidiendo á su Padre, por me–
dio de la perpetua intercesion que
hace por nosotros. Reconozcamos,
pues, el efeél:o de su póderosa inter–
cesion, cuyo bien se refunde en no–
sotros de qualquier modo que la inter–
ponga ; y reconozcamoslo principal–
mente quando llenando nuestros co–
razones de confianza en su miseri–
cordia, nos hace caminar
á
paso fir–
me por sus veredas, sin apartarnos
á
un lado , ni
á
otro.
Guardemonos tambien de creer,
que él ha de ser solo quien lo haga
todo sin nuestra cooperacion ; sino
mas bien
á
egemplo de San Pedro,
creamos
que la
confianza que tene-
l.
mos
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