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produjo hilaridad por sus términos y sus tendencias, como: no podía menos de
suceder entre ciudadanos que tienen la conciencia de sus derechos y el senti–
miento de su dignidad persunal.
>
De
los ciudadanos que
estaban allí reunidos no se
retiró
uno solo
entiéndalo bien
La Tribima,
verificándolo solamente dos señores extrangeros
por creer que el carácter político de aquella
reunion no se avenia con su
carácter de tales extrangeros que querían conservar.
>
Es pues, falso, lo del
terror
que sembró la nota del señor J efe Político;
lo que no es sério ni por la
regularidad de la fo rma, ni por la verdad de los
conceptos, no puede producir sino un sen ti miento, como ya se la hemos dicho á
La Tribuna.
Tampoco es cierto que la reunion se aplazase; por el contrario, se
prolongó hasta las r r de la noche, y se- habló de todo lo que se quiso hablar
sin que nadie se volviese á acordar durante aquellas cuatro largas horas, de la
nota ni de sus fulminaciones.
La Tribuna
concluye con esta significativa exclamacion: <vivir para
ver.~
¿ Que es lo que encuentra curioso
La Tri'buna
en todo esto ?
>
Para nosotros, lo curioso
es que esta vez, como siempre, el Gobierno
haya partido de ligero, haya hecho
lo que no tenia derecho de hacer,
sin
plan y sin propósito, pues que la reunion se celebró y los ciudadanos
que
concurrieron á ella no
fu eron compelidos
á
cosa alguna.
>
Por lo demás, los ciudadanos de este pais pueden
reunirse en el domi–
cilio privado para discutir lo que les parezca, desde la infalibilidad del Papa
hasta la legalidad del Gobierno del General Batlle, siempre
que esas discu·
siones no se traduzcan en vias de hecho para derribar el poder público.
>
Tan ridículo y falso era el paso dado por el Gobierno, q ue allí se pro–
puso, en medio de la hilaridad general, que se contestase al J efe Político que
en vista de su conminacion, la
reunion habia decidido convertirse de política
en literaria y religiosa; que en vez de
tratarse de la paz,
iba á ocuparse ds
la influencia de
la literatura sobre las costumbres y de
la religion sobre la
moralidad pública.
>
Si esto se le hubiera contestado ¿qué habria hecho el Gobierno?
>
¿Cómo podría saber de lo que realmente se trataba en una reunion cele–
brada en el domicilio particular de un ciudadano?
>
¡Vivir para ver!
>
Que! ¿no ha visto bastantes cosas
raras todavía
La Trib1ma
durante la
administracion de Batlle para que se sorprenda por tan poca cosa?
>
¿Quiere que le
apuntemos una vez mas todas las
originalz'dad~s
que ha
visto este desgraciado pueblo dr. algunos años á esta parte?
>
Por último, séanos permitido no tomar á lo
sério aquello de llamarnos
traidores y cómplice' de Aparicio
á
los que por amor
á
los principios y á la
justicia y no por
sugestiones de
interes personal y por ali.don á
los altos
puestos públicos, hemos espuesto nuestros pechos
á
la s;angrienta restauracion
encabezada por el bandolero Aparicio.
>
Por ridículos y risibles, dejan de ser despreciables
los conceptos
de
esa