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de sus ojos (sumaJ kkomer nina phincbij kespi ñawinta quichatat.. spa) ,arqueamdo el lomo

desgreñado y erizando la cola, le dijo al jefe de los bailarines :

"No te lo llevarás. Es

mi

amo. Si te obstinas en hacerlo

pasarás

por contarme todos los pelos de mi cuerpo".

Mientras tanto el pape .l

~pa

en el r 1nc6n de la choza, por mas

q ue quisiera h a llarse inmovil c omo un canto rodado., como s1 ntiénd ose desfallecer, en-

tra en horribles momentos de convul s ión

y

de miedo.

El jefe de

lo s ayaracbis coje, ent onces , al intr us o gato y co _

mienza l a cuent a de sus pelos.

Cuenta

y

cuent a ••

• Ha contado ya muchos, se equivqca.

Comienza l a cuenta otr a vez

y

va contando ••

vuelve a

equivoca rse. Nuevamente la inicia¡ pero, por más cui.d ado

y

atención q que pone yerra

y

desati na

y

se

e qu1

vo.ca

s.Lempre.

Una

y

mil veces c omi enza otra vez c on el

m1 smo

inútil res ultado,

mientras los músicos prosig uen su infe r nal danza c on entusias mo crecien t e, g irando

y

g irando, como

hoj ~ s

arra s tradas po r

f urioso torbe l lino (p illuncuy) .

Firme y fi J o a s u cue nta, absorto en ella, el jefe ayarachi no

ha reparado que ya la aurora, por

el

Oriente ,

c. omienza a te ñ ir sus albores de rosa

y

oro. En tal

momen~.o v

el gallo de l difunto, que sin ser vis to pernoct aba indiferente

tra s

el fogón, con un c anto

estride nte, r ompió el aire fr i o de

la puna.

Signo de advertencia, el canto del gallo sob re s altó e hizo e x

-

tremecerse

al

jefe ayarachi

qu.~en

1

a~

s i gu iente grito

del

a ve libera dora de

los espec -

tros de l a noche, renunció el cuento de lo s pelos del gato. Con di sgusto le arrojó a l

suelo

y,

con v oz colérica

y

at ron ado r a , exclama

y

d i c e despechad o

u.

s u

co m!Jarsa :

-

"Vamos".

Entonc e s el c ada ver del ayarachi, como un pesado f a rdo,se des -

plomó sobre sus anchas espaldas

1

ha cie ndo temblar e l piso de l a

choza.

Sa len de l pa t io l os ayarachis

y

se ma r c han, danzando

y

bailando

en airosas cont ors iones

y

muda nzas, al lúg.bre tañ ido

y

co mp ~s

d e

s u s enormes zamp oñas

que

lloran con el lamento del viento frío que jue-ga ,en eso s desiertos , con las ond as

amarill as de l a paja brava

y

quie br a peñas, e n las noches de

invierno en que hasta

las v1cuñas llo r an de frie

El ten ebr os v "" u.llido de los/canes, que la mú s ic a h acía impe rcet i –

ble, comienia

~otr~e

otra vez •••••

Ya la mús ic c1

de

lo s danzantes apenas se per cibe .•••• Se va

perdiendo en lontananza •• •

•Y t er mina po r acallarse completa rrent e cuando parece que