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La Paz, perpetuamente alzada' ·contra

aquel tirano --contra todos los

tiranos-~

se batía en las barricadas. Vencida en una

de estas av·enturas, se produjo la desban-

,\

'

dada de rigor. Un grupo de revoluciona–

rios, oliendo aún a pólvora, buscó refugio

en la Catedral. Pero los victoriosos, locos

y ciegos, se metieron en la casa del Señor

en son de ataque. Acaudillábalos su sar–

g·ento: el Calixto. . . de generales descono–

cidas. Y éste, al divisar un hombre oculto

detrás del manto de la Madre de Dios, dis–

paró ... ¡No lo hubiera hecho! ... El sa–

crílego cayó como fulminado por un rayo.

Sin habla. Baldado para siempre de cade–

ras para abajo.

Y así, por mal cristiano, Calixto pasó el

resto de su vida sentado y mudo. Empollan–

do en el zaguán del hospicio. Gruñendo, a

ratos, su mal humor. Riendo, otros, como

un idiota. Contemplado por la azorada cu–

riosidad de los transeúntes.

¡Ah, pero cuando veía pasar un mili–

tar! . . . Su lengua largábase en el más brio–

so tarareo guerrero, las dos piedras hacían

ca.dencia de platillos de metal

y

en sus ojos

se encendían chispas marciales. . . Año–

ranzas de sus buenos tiempos.

"LIBORIO"

Otro personaje gracioso de ayer.

Era el torero de los "embolados". Com·

plemento indispensable y pintoresco de las

lidias que hacían aullar al público paceño

en el "Acho", destartalado anfiteatro del

que apenas si queda memoria. ¡Cómo cam–

bian los tiempos!

Su celebridad apoyábase en otro puntal

más. Liborio era hombre mútilo. Hablando

con más franqueza : oercenado de ambas

orejas. De ahí que su nombre se hubiera

metamorfoseado hasta convertirse en apo–

do. A la gente se le dió por llamar "libo–

río" a todo mortal que tuviera de menos

uno o los dos apéndioes auriculares.

Pero estábamos hablando del héroe tau–

romáquico. Volvamos a él. Apenas el últi–

mo bicho lidiado salía por el arrastradero

y

se abría el toril al "embolado", Liborio

hacía su aparición en la arena. ¡Y allí de

los buenos pases, los faroles, las verónicas

y demás filigranas del arte! ... ¡Olé por

los "lagartijos" del "Acho"! ... ¿Quién

dijo que no teníamos toreros? ... ¡Ahí va

el más apuesto de los capeadores! ...

No pocas veces, el bruto se le venía al

bulto, propinándole su correspondiente to-

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