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¡Tus perdices tienen ojos amorosos; - tus calandrias enga–
ñosas -gorjean en las s•emrenteras! - Tus torcazas enter–
necen mi corazón, - ¡oh meseta, meseta querida de
Utek! . . . - Tus colibríes brillan en los aires, - tus toros
luchan en los ptadqs, -
y
tus palomas arrunan - porque
ti-enen felicidad!"
'~Calla
la música, t·ermina la
za~abanda
y
el polvo se
aposenta, pero .aun :no apaDe1c.e el al·calde. Una
espe~C'i·e
d·e
melancolía invade a la muchedumbre. Desde ·la aldea se
divisan los lomaj es donde .los terrenos privilegiados del ma–
gistrado
y
de sus amigos hacen contraste con las chácaras
se·cas de los colonos indígenas, promoviendo en éstos una
cólera sorda. A m·edia voz comentan:
"-Ya ves, amigo; ¡toda la riqueza es para ellos! ¡Cuai-
,
qu.i:era de ellos podría comprar al contado toda la· aldea!
¡rCómo nos opr.imen! ·Durante
o~ho
meses del año nos obli–
gan a trabajar p_ara ·ellos,
nos
reti·enen el salario,
y
a lá–
tigo en mano, aunque ·estemos ·agO.tados por las tercianas,
nos mandan a sus ingenios de azúcar
y
a sus algodonales
en el bajo.
¡Y
debemos darnos por satisfe·chos si recibimos
dos o tres soles · por nuestro trabajo, como un gesto de in–
debida .generos:idad, según declaran,
y
con lo que no al–
canzamos siquiera a comprar un remedio! ¡1So.n leones, ti-
.
g~es!
¡'Nosotros ... , ·apenas dignos de morir como perros!
(,Quién de nosotros no ha $ido atropellado ·por el tal Braulio?
¿_A qui-én no le_ha arrebatado algún animal?
"Entonces el indio que . tocabá el cuerno abarca con la
mirada encendida
eri
odio .a sus 300 o más hermanos de
miseria, salta sobre un banco de piedra
y
con voz .sombría
exclama: ·
, ·
·
·
·
"-¡10olonos: mosotros _somos la mayoría
(
Lo~
blancos,
los déspotas, no son sino dos o tres. En otras regiones nues–
tros sem·ej antes se han rebelado
y,
unidos, han ahorcado a
·sus tiranos como si fueran gatos. ¿.Qué decís, colonos? , ..
"·Los quichuas sienten ·un estrem·eeimi·ento q_e terror: re–
~cuerdan
la suerte que corr.ieron sus amigos de Chavigna.
Don Pedro se había apropi•ado un terr·eno; qu·e eerr,ó con
un c·erco d-e ocho leguas de extensi-ón; indignados
y
coléri–
cos, los indios .destruyeron ·el cerco
y
persiguier{)n al usur–
p'ador para matarlo. E,ste escapó,
y
poco después se presen-
. tó en
~1
lugar un batallón de soldados, que en r.epr·esalia
fusiló a cuantos no pudieron huir a la montaña, ensañándose
hasta con los ancianos
y
los recién naeidos.
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