que es menos áspera hay tres, una más alta que otra,
y
la última de más adentro es la más alta
qe
todas. La
más linda cosa que puede verse de edificios en aquella
tierra, son estas cercas, porque son de piedras tan gran–
des, que nadie, que las vea no dirá que hayan sido pues–
tas allí por manos de hombres humanos, que son tan
grandes como trozos de montañas y peñascos, que las
hay de altura de treinta palmos, y otros tanto3 de largo,
y otras de veinticinco, y otras de quince, pero no hay
ninguna de ellas tan pequeña que la puedan llevar tres
carretas; éstas no son piedras lisas, pero harto bien en–
cajadas y trabadas unas con otras. Los españoles que las
ven dicen, que ni el puente de Segovia, ni otro de los edi–
ficios que hicieron Hércules ni los Romanos, no son cosa
tan digna de verse como esto. La ciudad de Tarragona
tiene algunas obras en sus murallas hechas pcr este estilo,
pero no tan fuerte ni de piedras tan grandes; estas cer –
cas van dando vuelta, que si se les diera batería no se
les podría dar de frente sino al sesgo de las de afuera.
Estas cercas son de esta misma piedra, y entre muralla y
muralla hay tierra y t anta que por encima pueden andar
tres carretas juntas. Están hechas a modo de tres gra–
das, que la una comienza donde acaba la otra y la otra
donde acaba la otra. T oda esta fortó!Jeza era un depó–
sito de armas, porras, lanzas, arcos, flechas, l achas, ro–
delas, jubones fuertes acojinados de algodón, y otras ar–
mas de diversas maneras, y vestidos para los soldados, re–
cogidos aquí .de todos los rumbos de la tierra sujeta a
los señores del Cusco. Tení an muchos colores, azules,
amarillos y pardos y muchos otros para pintar ropas y
mucho estaño y plomo, con otros metales, y mucha plata
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