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Estos grandes depósitos de mujeres contaban con ex–

tensos jardines, arbolados, fuentes, granja de animales

domésticos, talleres de tejidos, fábrica de la sagrada be–

bida, el

aqha,

etc. Las gentilísimas doncellas selecciona–

das en todo el Imperio por altos y respetables funcionarios

que aplicaban cánones estéticos muy severos estaban

reservadas al Sol, al lnka y a los grandes dignatarios de

la Corte por concesión del monarca que premiaba los

méritos de la paz o de la guerra con la ofrenda de una

o varias de estas hermosas mujeres.

Estaban clasificadas en seis órdenes o calidades. Su

ocupación principal era

el

tejido. Las finísimas telas para

el Inka y las ofrendas religiosas salían de sus manos.

Fabricaban la bebida y aderezaban las comidas del rey.

Tanto éste como la Qoya, o su esposa legal, eran servidos

por centenares de ajllas diputadas para ese menester.

Estricta clausura caracterizaba al Ajllawasi. Ningún

varón, a no ser el lnka y sus acompañantes, podían a

él penetrar. Conocidas son las gravísimas penas que se

imponían al violador de este encierro.

Hoy ocupa este edificio inkaico el monasterio de Santa

C atalina.

Y

ACHAYWASI. -

Muy pocos cronistas hacen refe–

rencia a las academias o escuelas inkaicas. Sabemos que

existieron por lo que nos cuenta, sobre todo, Garcilaso.

Estamos enterados también de que la educación tenía

carácter privilegiado, es decir, que sólo la nobleza (inkas

de sangre o títulos de la Corte) recibía enseñanza. Las

escuelas ocupaban los recintos de piedra que constituyen

en el día el recogimiento o beaterio de las Nazarenas.

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