Los
ADORATORIOS. -
En los comienzos
del
río Wata–
nay, Saphi arriba, existe un gran peñón rodeado de
construcciones megalíticas; en la roca aparece un alto
relieve presentando el signo escalonado. En
la
meseta
que se extiende desde Saqsawaman hasta Chitapampa y
San Sebastián, así como en los flancos de los sucesivos
alcores que de ella se desprenden, el investigador ide.l'l–
tifica
~ultitud
de remotos adoratorios o
W
akkas. Son
tumbas, capillas subterráneas con pictografías, altos re–
Üeves zoomórficos, etc. En Qqenqo, uno de los más
interesantes, reaparece el signo escalonado que es frecuen–
tísimo en las vecindades de Saqsawaman. La mayor
parte -si no todos- de estos adoratorios están rodeados
por paredes de piedra pulida, sillares inkaicos. Está
revelando esta otra fábrica el aprovechamiento de los
lugares sagrados por
los descendientes de
los viejos
qheswas.
Seguramente que al circundar de murallas
estos antiquísimos templos al aire libre los inkas reve–
renciaban a sus mayores, cumpliéndose la
al~deración
entre lo profano y lo sagrado.
En estas subterráneas galerías, en estos oscuros y mis–
teriosos templos a manera de hipogeos y mastabas, se
ejercía un culto milenario por sacerdotes llenos de la
majestad y del prestigio sibilino de los ministros de
religiones esotéricas. Aql!lÍ vive
la.
ra.zauna eternidad
que somos incapaces de medir.
UN
TREM EDAL L EGENDARIO. -
En
el
folklore cus–
queño era constante la versión de que "la Plaza de Armas
y
la Catedral estaban sobre una laguna".
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