LA CIUDAD DEL CUSCO
por
·
F.
Cossío DEL PoMAR
El
15
de noviembre de
1533,
los
300.000
habitantes
de la capital incaica vieron descender por las grises coli–
nas que la circundan, cubiertos de armaduras, a los
ciento cincuenta conquistadores que capitaneaba Fran–
cisco Pizarro. Desde entonces los súbditos del lnka
Atawallpa cambiaron de monarca y dueño en la perso–
na del Emperador Carlos Quinto. Dejaron de adorar
al Sol, su padre y señor, por el Dios de los cristianos
y
la ciudad, armada de heráldico blasón, que mostraba
un castillo de oro rodeado .de siete cóndores, tomó el
título de "La muy noble y grande Ciudad del Cusco."
En un apresuramiento iconoclasta los nuevos amos
mandaron derruir los viejos templos, levantando otros,
con las mismas piedras, a sus divinidades. Transforma–
ron los palacios de los antiguos señores en mansiones de
alcurniaje europeo. Así, sobre los muros de la ciudad
incaica surgió la nueva metrópoli española,
y
el indio,
indiferente, volvió las espaldas al padre Sol que no había
sabido protegerlo, y lloroso imploró clemencia
y
mise–
ricordia al Dios cristiano para que lo defendiera contra
la brutal soberbia del nuevo "t:ayta".
De esta suerte se desarrolló la nueva ciudad monu-
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