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Las artimañas que tejía el español no surtían efecto has–
ta que un día resolvió hacerla detener encerrándola en una
de sus habitaciones para consumar su apasionado deseo. Pero,
al pequeño descuido de su victimario se fugó la prisionera pa–
ra, unos instantes después, estar ya coronando las alturas de'
Colesnioj al lado de su amado indio. Lagos, loco de rabia mon–
tó a caballo y por datos de serviles pongos dió con la pareja
por "sumaj - pampa" que ahora se conoce con el nombre de
Sumabamba. Y comenzó a chicotear y reventar en el cuerpo de
Kusiche las dw·as ri,endas. La lucha era desigual; el indio tra-
. tando de quitar la cuerda se balanceó en el aire y cayó de es·
paldas en el pedregoso camino mientras el caballo lo atrope–
llaba despiadadamente. Entre tanto Purun Huayta trataba dt'
ganar la quebrada para ocultarse. El capitán, dejando exá–
mine al indio a la vera del camino siguió tras de su presa lle–
gando al cabo a dominarla
y
arrancar la promesa de vivir siem-
pre a su lado.
,
Llegados luego a Purhuay y mientras Lagos ordenaba que
desencillen al caballo, la escurridiza india nuevamente desa–
pareció sin que el despechado castellano pudiera explicarse. Y
como no cedían sus pies para huir lejos por el desfallecimien–
to de su cuerpo, escogió una roca cercana y se arrojó sobre
un monte de cactus espinosos. Así la encontraron pendiente de
los brazos de un cactus. A lós dos días de esa tragedia hallar9n
el cadáver del fornido Kusiche en idéntica posición, con los bra–
zos en alto como implorando venganza por el inícuo martirio.
De aquí también el nombre quechua, legendario del cactus:
"Awa-jjollay" que quiere decir el patíbulo de dos amantes.
A raíz de este drama, apareció •en quechua, el siguiente
lastimero canto:
Sumaj pampay yana puyo
utjay utjay pacaicuhuay
yanallaihuan lluptirjusaj.
Sumabambay huaylla icho
simichallanman sullaycczmuy
yanallaymi lmañuchcGnña.