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hizo verdadero hombre en las entrañas de la Santísi–
ma Virgen María. Y de esta suerte el que antes era sófo
Dios, sin dejar de serlo quedó hecho hombre. [19] El cual,
después de haber estado tr.einta y tres años entre los hom–
bres enseñando el modo y el camino de alcanzar el cielo,
murió crucificado, para aplacar de este modo la ira de Dios
Padre por nuestros pecados. Resucitó al tercer día después
de su muerte; y a los cuarenta subió a los cielos. Este es el
misterio de la, encarnación, pasión y muerte de nuestro Sal–
vador.
[20] D.-¿Y por qué son éstos los dos misterios prin–
cipales de nuestra Fe?
M.-Porque en el uno se contiene el origen primero y el
fin último del hombre, y
el
otro encierra los medios de que
hemos de valernos para un día
alcanz~.r
ese "fin último". Y ·
es precisamente por esto de reconocer
y
creer 'estos dos mis–
terios por lo que nos distinguimos de los Gentiles, Turcos,
Herejes y Judíos. Y si no creemos ni reverenciamos esto que
primordialmente hemos de creer y reverenciar, de ningún
modo podremos salvarnos e ir al cielo.
[21] D.-¿Y cómo se contierren estos dos misterios en la
señal de la Santa Cruz?
M.-Hacemos la señal de la Santa Cruz diciendo "en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" y hacien–
do una cruz sobre nosotros, pronunciando "en
1
el
nombro del
Padl-e", en
la
frente; "del Hijo", en el pecho, y "del Espkitu
Santo" , desde el hombro
izq~ierdo
hasta el derecho. [22]
Esas dos palabras "en el nombre" que pronunciamos nos en–
señan que hay un solo Dios; pues no decimos "en el nombre de
Ellos", sino "en el nombre de El" solamente, pues hay
un
solo
Dios y de ningún modo muchos. Su divino poder se nos mues–
tra al decir "en el nombre de El" , al ser un solo Dios en tres
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