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re al socabon de qualquiera mina un dia no entra mas hasta que se uaya aci no

al horno de azogue cada yñ haga mita hasta acauar y anci no sera azogado ni

.

,

se _munra ..... .

. . . . . . "A los que resisten de ir a las minas se les castiga y trasquila y a

los demas se les tiene en la cárcel pública en el cepo con grillos, sin darle de comer

ni agua ni darle licencia para sus necesidades ...... "

¿No es la anterior, nos preguntamos, una acabada descripción de la neumo–

-coniosis, que desde ya afectaba a los trabajadores en las minas? Nos indica nues–

tro puntual cronista, que se seca el obrero como palo, es decir tiene desnutrición

y

caquexia, tanto por la intoxicación crónica, como por la mala alimentación y

las malas condiciones higiénicas en el trabajo minero. Luego que tiene asma y

no puede vivir ni de día ni de noche, es decir que tiene las típicass manifestacio–

nes pulmonares de la impregnación de los bronquios por el .polvillo del metal.

En tales condiciones "no dura un año o dos desta manera y se muere".

V

El estudio del folk-lore desde el punto de vista médico, es de extraordina–

ria importancia en esta obra. Bien es verdad que hace falta un gran renglón, que

es el folk-lore botánico. Abstraído el autor en la contemplación política y costum–

brista del panorama indiano, se preocupó poco en darnos a conocer las yerbas

y

su aplicación a la medicina popular. Solamente se detiene momentáneamente

para decirnos cuatro palabras sobre la coca, el maíz, la papa, el olluco, quinua,

arracacha, frijol, ciruela, pepino, etc, los purgantes (algunas solanáceas) etc.;

() en la administración de las "yeruas" por los curanderos indios, ya que a estos

.les concede la cualidad de ser grandes herbolarios y superticiosos, rodeados de

mariposas nocturnas, escorpiones, mochuelos, que creen en duendes, en fantas–

mas y aparecidos

El indio que nos describe Guamán Poma, es profundamente triste. Está

()primido y aherrojado de su patrimonio, castigado cruelmente por los terribles

-corregidores y "encomenderos". Pero está dotado de una gran espiritualidad.

Conserva incólumes los recuerdos de su omnipotente poderío, y vive para ellos.

Su vida se desliza entre un contínuo llanto por la libertad perdida: "Oh gran se-

11.or!

; hasta cuando clamaré-sin que me respondas?" Así es el indio de la conquis..

ta en sus canciones, en su música, en sus supersticiones, en las diversas manifes–

taciones de su psiquismo. Aparecen constantemente en su subconciente, los vie–

jos mitos y las antiguas plegarias a los seres divinos, al Sol y a las huacas.

Es nuestro autor el único cronista que nos trae una bella descripción de

las hechicerías diversas y de los hechiceros. Aquellos "muy malos", que daban

venenos y producían envenenamiento (hanpicoc). Otros que unían a hombres

y mujeres (tinquichi). Otros que echan maldiciones, soplando con maíz molido.

Dtros que utilizan la ponzoña del sapo o de la culebra y hacían brujería a deter .

minadas personas. Otros que toman un hilo torcido, poniéndolo en los caminos -

·por donde han de pasar sus enemigos. Caen estos en el lazo

y

han de padecer

·enfermedades o morir. Otros que toman mazorcas de maíz y cabellos del enemigo