de Van Dyck [1] así con10 en
e1
níovin1iento
de
Jesús se
nos
revela
la
mansedun1bre
del
pincel
de
Varder Weyden
[2]
y
en la
dulzura de un n1irar
que perdona, toda la sublirnidad que supo inspi–
rar
a
sus
lienzos
dé
Cristo, el herrador
de
Auvers,
aquel Qu1ntin
Metzys
que supo infiltrar en la es–
cuela
de
Flandes realista, todo el
idealisn10
de
los
rostros del 1'iziano
y
de las madonas de Rafael
[3].
1
Pero ·n1ás que
·aé
ninguno otro
pintor ·flamen-
~
co,
tiene
e1
Cristo
de
I-I
uanca,
la
sensibilidad
ex–
quisita dé Van
Dyck
el
discípulo de l{uben3
y
se
. nqta
desde
el
prin1er n1omento que quien pintó
en .
la
Roca
de
I-Inanca, habia
penetrado
n1uy
al fon–
do
el
altna delicada del autor
del
Cristo en la
Cruz
.
'
de l\1
unich
y
de
la
Prisión de Jesús
en el Museo
del·
Prado
de Madrid ..
Esos Cristos
de
Van· Dyck, todo
espirituali–
dad, sin esa exuberancia
de
vida que
es
un contra
·sen.tido en los Cristos
moribundos
de .
I~ubens,
que
n1ás
parecen· Ilércules
o
gladiadores
romanos, que
la
ilnagen
de aqu-e! que
era
oprobio del pueblo e
irrisión
de las rnultitudes:
aquellos
Cristos
pinta–
dos
según el
retrato
de
lo~
Libros
Santos,
a planta
·
pedis usque ad verticcm non est in eo sanitas.
des–
trozados y ensangrentados
desde la
coronilla
de
la
cabeza
has ta
la planta
de
los
pies,
se
nos
presen–
.. tan
a "travez de
la
piel
atnarillenta
surcada con
hel?ras verdosas
y
enrojecidas
de sangre; a
travez
. de las
Ií~eas impecabl~s
que
encierran
la
figura
del
que era ( ..
l.
más hcrn1oso entre los hijos de los hotn-
!ll
El
antor
admi ró s u !5 Cabezas d e
Cris to,
u na
en Brujas
y
otra
en
:Be
r
li'.n.
•
{2
J
Gelebre
pin t o r
di~ Cri~tos
de las nscuelas de los
pa,ise8
Bajo~.
]3]
Recordamos
t3e
Atetr·lys
1111 DeesceRdiment.o
de la Crnr.:
en
el
Mu~eo
del
Louv re
y una
~a lJ eza
de
Cristo
en
Londres
en la. Nacional
Ga !ler.Y.
.1·
..