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la Cruz, nosotros prot
estamos de ese deicidi6, te
acla:namos vencedor
y
H.ey,te
non1bramos
nués–
tro
Jefe
y al grito de
"Viva el Sefíor de
llúanca"
no
queren1os
que otro reine
si no
1'ú
!!
.~~
i
Sigu.iendo
la
tradición
que nos habla de la se..
gunda
aparición
del '
Señor
de
Hu~nca ,
sabernos que
con gran prudencia el Curq. de la Borda,
dejó
a.,..
oa1npada
la familia
de
Quispe en unas.
chozas
de
indios que encontraron en los cotnienzos de Huan–
ca
y
al
término de
TJchumuca
y
sólo él
aco1npa ..
:iíado de f>iego comenzó la su hida a la meseta de
Huanca, lugar señalado por Quispe como · e! de la
a.parición
(1).
El sacerdote de la Borda caminaba trabajosa–
mente
p ~) r
la áspera pendiente, sacudido el espí–
ritu de tantas y tan dive rsas in1presiones,
~on
el
rosario en las manos 'v deteniendose conti.nuamen–
té
para conten1plar
l~
altura que a cada instante
se acercaba
m~s.
.
Por fin
IJiego,
que ·llevaba
la
delantera, se
de–
tiene y señalando al {párroco
las
enredaderas
que
cubrian
las
rocas
·de su
escondite
le dice: · "Aquí
es".
·
Mandó entonces
el Cura
{J
rioste
qne
Diego
se
internara a la caverna
~ara
reconocer tnejor el
· sitio.
El indio obedece sin vacilar y separando
las
cortinas
de
trepadores tu1nbos que cubrían
la
entrada, se deslizó fáciltnente por la abertura de
piedra. Y ¡oh prodigio! El Señor estaba nueva–
mente alll. pero en di versa forn1a que en la pri1ne
0
ra vez.
l)iego vió ante sí una estátua del Señor
atado a
la columnaº
"Señor
Cura, entre
Ud., grita el indio
desde
adentro; el Señor está aquí.
Vaci1a
el
Párroco en el primer mon1ento, pero
cede al fin, alentado por 1as voces de Diego y se
<l) La
familia
se
qr<ed6
en el
s~tio
don<le
h 0y
dí[L es t á, ¡a Cruz
e~{
l a
baja.da>haci'a
Uchumuc~,
.
'