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ERNESTO MORALES
y a aquellos guiabalos un fin de conquista, que
es c.omo decir: eran aliados de la muerte. La lec–
cion de los incas puede servirnos a los hombres
de boy, a los gobiernos civilizados de boy. En
todas partes se o·bserva la misma falta de sensibi–
lidad para los seres inferiores, la que redunda en
un inmediato perjuicio para el hombre, su perse–
cutor inclemente. Y en todas partes la misma in–
curia de los gobiernos, bien diferente a la previ–
sora tutela del Inca.
Se dan asi resultados pavorosos:
El elefante, animal que es una fuente de incal–
culable riqueza, tiende a desaparecer. Los antiguos
asiaticos lo habian domesticado; constituia la ma–
yor pompa de sus proces.iones militares y religio–
sas. Ademas, sin matarle, conseguian el marfil de
sus colmillos. Hoy, casi todo el marfil se logra de
elefantes muertos. Esta nefasta obra de exterminio
· se esta realizando tambien con el avestruz. En
Afric.a ya casi no se le encuentra. Y parecida suerte
va a correr pronto el
fiandu
americano. En Norte
America se ha exterminado al hermoso flamenco
y a la graciosa garza. Sus plumas se cotizan dema–
siado para que la codicia de los cazadores, no de–
tenida por ninguna ley, dejase de llevar a ambos
volatiles
la
mas cruel de las guerras. Los animales
de piel fina ban sufrido igual suerte: el admirable
castor ya no forma las populosas colonias de an–
tes. Aun no ha desaparecido, pero sensiblemente
raleado, sobrevive en familias aisladas. Las nutrias