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cantidad, dentro de Tncumán, en Tafí del Valle. Ha–

blando de e1los dice Ambrosetti lo siguiente: «Es–

tos han pertenecido quizás a u31a raza de hombres,

distinta de los calchaquíes, que debe haber 11evado

a cabo la construcción de estos singulares monu–

mentos, en épocas sumamente remotas,

y

emplean–

do largos períódos de tiempo. Esa raza debió ser de

una constancia y de una energía indomables. Casi

todo el suelo del valle de Tafí está cubierto de res–

tos de los ciclópeos trabajos que llevaron a cabo.

«El suelo que al principio hace la impresión de es–

tar ll eno de piedras esparcidas, fijándose bi en, la

vista se cansa de seguir los extraños dibujos que

ellas forman, ya alineadas en una dirección, ya for–

mando amplios círculos de diez

y

veinte metros de

di ámetro, unos al lado de los otros, ya como grade–

rías de anchura diversa, o ya como pequeños corra–

l es, rectángulos, etc., que se suceden por l eguas y

l eguas, y que revelan la intención de haber querido

dar alguna forma

y

disposición a ese inmenso cúmu–

lo de rodados que cubría el valle, cuando estos hom–

bres extraordinarios entraron

en

él.

«En -0ua to a los menhires, todos ellos han sido

transportados quizá desde lejos, pues allí, en el sue–

le., no se halla

la

piedra en que han sido tallados, ni

tampoco bancos de la misma, que puedan dar trozos

de la longitud casi constante de 3,20 metros que

tienen en su mayor parte»

(op.

V, págs . 112-114).

Ambrosetti describe también algunos de estos