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la gobernación; pero hacia el 86, según Velasco, los
'mercaderes' y el obispo Vitoria -
~que
era otro
mercader~
- iban a concluir ya con los de Santia–
go, negociándolos afuera. Por esto fué la prohibi–
ción del gobernador, que sólo permitía se los llevase
a Salta donde eran necesarios.
4 .
Oabcillos .
-
'Con ser la tierra tan aparejada
para tener caballos', como decía el sefio" Goberna–
dor, cuando él entró no había 'diez de plaza' en
todo Tucumán. Para remediar esta falta ordenó en–
tonces que en cada ciudad por donde él pasara se
hiciese
alarde,
esto es demostración de la gente,
armaB y caballos que Labía. l\tlandó además que cada
vecino tuviese caballos conforme
a.
la vecindad y
cantidad de indios de que disponía. Con estas medi–
das creía el Gobernador que al cabo de un año ha–
bría en Tucnmá.n como unos
mil
caballos
ele
plaza
y
otros tantos
ele
guerra,
no
quedando soldado ni
mer–
cader que no lo tuviese... (Ramírez de Velasco,
op.
VI).
En años anteriores los caballos de
la
gobernación
eran, al parecer, 'muy buenos'; pero - según cuen–
ta Fray Reginaldo de Lizárraga - se había «perdido
la casta y ,.cría,
por .
descuido de
los
dueños, de tal
manera que
era
refrán recibido en toda la provincia
de
Los Charcas :
de hombres
y
oabcillos de
Titcionán,
no
hcly
qiw fiar ... » (op.)
lib. II, cap. LXV) . No eran,
pues, solamente los caballos los
malos .. .