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ren a la dicha población e pacificación,
le
obedez an
y acaten» ... y «guarden
e
hagan guardar odas lns
honras, gracias, franquezas
y
libertades, privil gi s
y antelaciones que por razón del dicho cargo
le
de–
ben ser guardadas »...
Hay que reconocerlo : las leyes
y
provisiones rea–
les dictadas, desde el prjncipio,
para
América esta–
ban,
en
medio de todo, saturadas de
sentido rnoral.
Y esto era necesario; porque la mayoría de los es–
pañoles, .en cuanto pisaban tierra de India s, al verse
en
un
campo tan libre - como potros en pampa -
se desenfrenaba.u ... Es un hecho constatado, pues,
que malas no fueron las leyes sino las personas;
antes bien, muchas
leyes
fueron excelentes.
La
carfa
de
la
Audiencia, en este sentido, merece
un elogio. Lo que ordena
y
recomienda en favor de
los indios, basta para
su'
mérito : Dice que su repar–
to se baga en' personas buena$
y
de conciencia'; que
sean 'tratados con humildad
y
mantenidos
en
justi–
cia
y
razón.'; que
la
división
y
entreg,a de tierras
a
los poblad.ores españoles se haga 'sin perjuicio de
los naturales';
que
se disponga, en
fin,
lo más con–
veniente 'al buen estado
y
conservación' de los mis–
mos, etc. Como se ve, la recomendación de
biten tra–
to
a los.indios
es
en la carta como un
ritornelo.
¡Con
cuánta razón! ¡Nunca se pidió tanto
y
se consjguió
menos!
3.
Los soldados de ·la conquista.
-
Según Lozano,
ochenta
y
cuatro fueron los españoles que se alista-