EL MISTERIO DE MARKHAM
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embargo· me hubiese gustado que la atención y la energía de tantos escri–
tores se hubiese dirigido, antes, hacia otro camino: ¿son igualmente cier–
tos y establecidos los hechos expresados por los dos términos de la con–
tradicción? ¿existe
la
posibilidad de que uno de ellos sea discutible? Si
así lo fuera, cesaría
ipso facto
toda contradicción, y se desvanecería el
"misterio".
El lector verá, en el desarrollo de este trabajo, que ninguna de las
dos bases - esterilidad del territorio, ciudad populosa - descansa en
terreno firme. En este capítulo hablaremos tan solamente de la primera.
Resultará muy extraño a los conocedores de
la
literatura Tiahua–
naca, pero no por eso es menos positivo y tangible el hecho que no hay
tal esterilidad. Esta es una de las tantas leyendas de Tiahuanaco cuyo
relato se ha difundido de una manera inexplicable, cuando bastaba in–
quirir noticias directas a los cultivadores y propietarios de la zona, para
ver que es totalmente falsa.
La primera rectificación me la <lió en una interesante conversación
"preventiva", al narrar su reciente viaje a Perú y Bolivia, el Prof. Fran–
cisco De Aparic·o, titular de arqueolegía argentina en la Universidad
del Litoral. Ante mi estupefacción, plenamente explicable,
el
colega in–
sistió en que había conocilfo personalmente a varios chacareros del Titi–
caca, a propietarios y agri ultores, y que buena parte cie la verdura que
se trae al mercado de La Paz procede de la tierra "estéril'" de Tia–
huanaco.
•
Si se piensa que los descriptores de las ruinas poli lo común han
estado en el lugar muy poco tiempo, habiendo residido en Tiahuanaco
3 días D'Orbigny, 1 día De Castelnau, 1 día Von Tschudi, 8 George
Squier y 9 Stübel, puédese convenir en que la originalidad de las ob–
servaciones de una simple mirada de paso del colega De Aparicio indi–
can que ha sido uno de los pocos que han viajado con espíritu avezado
al contralor. La Mission Crequi et Senechal de la Grange fué la prime–
ra en observar con alguna detención el yacimiento, pues uno de los
miembros, M. G. Courty, (XXI, p. 531-2) empleó en sus trabajos
tres meses y medio (3 de Sept. a 15 Dic. de 1903). En cuanto a Pos–
nansky, este observador tiene el mérito de haber estudiado por largo
tiempo y en varias ocasiones las ruinas y toda
la
región del lago, apro–
vechando la facilidad que le confiere su residencia en La Paz. Y, efec–
tivamente, nadie quiere negarle que sus publicaciones, y especialmente
las fotografías y plantas topográficas, han tenido el efecto de popula–
rizar los monumentos de Tiahuanaco en todo el mundo. No puede·
serle el americanismo igualmente grato por las interpretaciones y doc–
trinas de que ha sembrado sus escritos, las que han dejado en las perso–
nas avezadas un -_sentimiento de incredulidad y desconfianza,. pero en los