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HISTORICISMO

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rías del Africa Occidental, la cerámica de Hissarlicb y Creta, el alfabeto

de Tiro y Biblos, los dioses del Egeo y del Asia, la filosofía de Platón

y las instituciones sacerdotales de la Diáspora y del Budismo, y, contem–

poráneamente

el

escenario trágico e inocente de la Francmasonería.

Indudablemente, todo esto es fantástico, y constituye un peso muer–

to, un molesto bagaje que forma el lastre del americanismo.

Lo grave es que .aparentemente no todos esos errores son atacables

desde el punto de vista del método, pues hay un cierto número que cuenta

en su activo con un verdadero aparato de pruebas, reunidas con el sistema

de la comparación de formas industriales y artísticas, según los dictá–

menes del método objetivo. Sin embargo, la interpretación de los ma–

teriales reunidos y de su comparación no es una operación tan "auto–

mática" como pretendieron algunos arqueólogos, y está sujeta a las ten–

dencias individuales y transitorias de un autor y de una época cientí–

fica. Es así que no resulta difícil delinear en breves enunciados los prin–

cipales

criterios subjetivos

que han dominado basta ayer en

la

interpre–

tación de las analogías rqueológicas:

1.

0

La creencia de que no es

posib~e

la invención autónpma, en

pueblos y lugares diver sos, de una idea elemental y sus apli–

caciones;

2.

0

La exagerada y casi e elusiva valuacrión de los puelilos histó–

ricos, en

el

desarrol lo cultural y material de la humanidad

primitiva ;

3.

0

La tendencia a trasponer en épocas Ínfinitamente más remotas

aquellas fusiones sucesivas que han llevado la cultura medite–

rránea, durante los tiempos modernos, a todas las zonas del

globo;

4 .

0

La incomprensión del punto crítico en el cual las civilizacio–

nes clásicas se separan de la humanidad común, a) por no

estudiar a fondo los períodos iniciales de aquéllas, b) por no

reconocer en

la

vida clásica los elementos sobrevivientes de la

edad semibárbara, c) por no saber leer con criterio de " etnó–

logo" las páginas escritas por Egipto, Mesopotamia, Grecia

y Roma, ya extremamente sobreelevadas en

el

sentido " lite–

rario" e "histórico" .

En el orden teórico, seguir hoy por ese camino, es una forma de

ignorancia. La más vasta adquisición reciente de las ciencias ha sido la

progresiva amplitud qe su ángulo visual, antes dominado por pocos he–

chos y limitado a un exigüo campo de observación, hoy llamado a deli–

near la morfología general de los fenómenos humanos. Se ha visto, por