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LUCHA DE MÉTODOS
davía la rigidez de líneas y la complicada simetría de Tiahuanaco. Con
la más amplia reserva, nuestros cotejos, necesariamente incompletos y
provisorios, nos impresionan en favor de la idea que la elaboración de
este estilo, y por tanto, la masa de experiencias en el arte del tejido artís–
tico, son adquisiciones obtenidas en el mismo territorio del Perú.
He dicho: Perú y no Tiahuanaco, porque no considero suficientes
las razones aducidas para sostener que en ese lugar del altiplano tuvo
asiento una "gran ciudad" . Tales razones, en definitiva, se concretan
en la deducción de que los restos monumentales suponen su existencia.
En primer lugar, nadie dudaría hoy, de que las ruinas de Tiahua–
naco "presentan un conjunto de obras arquitectónicas que visiblemente
no fueron nunca terminadas" , (XII, p. 146), como ha demostrado
UHLE
sobre la base de los cronistas y de la observación de los restos.
Puédese añadir, pensamos nosotros, que no se trata de una ciudad.
El campo arqueológico de Tiahuanaco no se presta en lo más mí–
nimo a esta ·nterpretación. Igualmente, no hay allí "un templo" , sino
un conjunto de edificios destinados a un culto oficial en que sería vano
querer sel?arar los reli iosos de os que no lo son sino
~ndirectamente.
Se
trata evidentemente e " un santuario" .
Res ecto a la ubtoación, lejos de ser el cent ro de un área cultural,
como qu eren muchos, resulta menos aventurado consiC!erarlo como un
establecimiento de fron tera Sin duda sería presunción querer adivinar
las causas po ue fué elegida justamente esa local'idad más que otra, para
la fondac· ón del santuario. Puede servir como indicio, sin embargo, el
hecho que el Titicaca fué una de las sedes míticas del puma. Además,
una narración cosmogónica, sin duda posterior a la confusión de Manco
con Huiracocha y cuyo fin es la glorificación oficial del soberano, se des–
arrolla en el escenario del lago, como la bíblica en el Edén.
En cuanto a antecedentes, no faltan éstos en las costumbres sacer–
dotales de América. La institución de centros religiosos alejados de las
ciudades es común tanto en el Perú, como en Norte y Centro América.
Palenque y Cbicben-Itza cumplen entre los Mayas la misma función.
Como la Meca de los árabes, fueron primero. lugares sagrados,
y
pos te–
riormente, por la afluencia de creyentes y peregrinos, se convirtieron en
centro de actividad civil y comercial.
Pacbacamac, a la orilla del Pacífico, es una Tiahuanaco o una Cbi–
cben-Itza de la costa. Estuvo en este valle
" uno de los suntuosos tem–
plos que se vieron en estas partes. Los sacerdotes eran muy estimados, y
los señores
y ,
caciques les obedecían en muchas cosas de las que ellos man–
daban; y es fama que había junto al templo hechos muchos y grandes
"