Ana, Santo Domingo, La Almudena, Belén,
San Pedro, San Andrés, son templos cuzque–
ños y nada ·más que cuzqueños. ¿No lo dicen
así claramente los púlpitos y las sillerías de
. los coros, las estofadas esculturas o los lien–
zos murales, las custodias, el repujado ar–
gentino de Jos frontales, los retablos dorados
a fuego, las casullas, "la plata labrada"?
Bajo la miraculosa orr1nipotencia del obis–
po Mollinedo nació este Cuzco de iglesias y
monasterios en la segunda mitad del Seis–
cientos; indios
y
·mestizos lo procrearon.
Debió de ser urbe sombría, adusta en su
núcleo de reyecía
y
sacerdocio, en contraste
con sus aldehuelas; desparramadas por todo
el distrito agrario, trepando los
riba~os,
en lo
alto de las andene ías, escapando a lo verde
de los campos cultivados intensivamente.
El Cuzco de los suburbios
y
las parroquias,
el Cuzco de los remiendos
y
las refacciones,
ese Cuzco a medio caer de las calles apartadas
es el más rico en poder de evocación y el
de inqiscutible "sabor local"..
1924.
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