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sión del Corpu$,

y

en él comienza

y

termina

la del Lunes Santo, . eclosión sublime de la

religiosidad indígena, producto extraordina–

rio de la amalgama de los sentimientos cris–

tianos

y

gentiles..

.La Plaza de A.rmas, la Plaza Mayor, es la

~gora

republicana. Sobre el alto atrio se si–

túan los oradores

y

la multitud se extiende

como un mar, mientras la Maringola, con

lentas, graves, solemnes campanadas toca a

somatén. De aquí se desbordan las turbias

muchedumbres

y

comienzan la pedrea

y .

el

-saqueo, fo rmas de la sanción popular en su

prístino arcaismo.

¡La P aza de Armas! cómo ensancha el

espíritu cuando en ella se desemboca de una

calleja e trecha

y

sombría; qué

espectácu~o

de los cielos al atardecer; qué diluvio de sol

al mediodía ..

¿Hay un Cuzco español? El Cuzco de las

catedrales y los conventos renacentistas, ba–

rrocos, churriguerescos no es una copia de

Burgos, de Toledo, de Avila. Nuestro india–

nisrrio es al arte colonial, lo que lamorerí_e.,

e] arabesco, al arte peninsular. Aquí, allá,

en

todas partes el obrero regnícola cambió,

n1odificó, agregó algo de su cosech.(l a estos

modelos traídos por los grandes arquiteQtos y

alarifes peninsulares.

La

Catedral, la Compañia., la Merced, ·San

Fran.Qisc_o, San Blás, San Ori.stóbal, Santa .