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R. CÚNEO - VIDAL
1n1enzos de la civilización fundada por él en el valle de Gua-
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1,,anay ....
La voz Ackapana es, de consiguiente, la vestidura léxica de
una tradición lejana y de toda una añoranza que ha resistido el
embate de los siglos.
La colina artificial que mereció ese nombre, en un sentido
sentimental, en su trip'le calidad de enterramiento, de lugar de
veneración de antepasados, de fortaleza, y de mirador, ha debido
tener nombres
colaterales
que respondiesen a aquélla su triple
aptitud.
Como enterramiento y lugar de recordacióp. de antepasados,
ella ha debido llamarse
huakaj
como fortaleza,
pukara,
y como mi–
rador y .atalaya,
cahtlana.
La
Ackapana
de Tiahuanaco es una colina
artificial,
cuyas
dimensiones y situación atmosférica se hallarán puntualmente
anotadas en las obras de Posnansky.
Sobre su co torno se ven gruesos bloques, detrás de los cuales
comienza la estratificación de los cadáveres.
La mane,ra 'Como se nutrió en épocas remotas la población de
Tiahuanaco, el rendimiento de cuya agricultura rudimentaria no
pasó de la quinua, la oca, la cañagua y la patata primordial, áci–
da y escasamente nutritiva, es punto que ha intrigado a los que
ignorarGn la admirable organización agraria de los Protocollaguas.
Divididos sus
aillos
en dos grandes categorías: la de los
Maasas,
o arribeños
(hanansayas,
en quechua) ;
alaasas,
o abaje–
ños
(
urinsayas,
en quechua), cúpoles a estos últimos el cometido
de ensanchar 'los límites del Estado, pasando a colonizar los valles
yungas
y
ltlpacas,
situados al pie de la Cordillera, cuyas produc–
ciones, más generosas, a título de tropicales y semitropicales, com–
pletaron el
ciclo
alimenticio de la raza, mediante el aditamento de
la yuca, la coca, el mafa y el ají.
Establecido el hecho de que un
·sino histórico
arrastró a las
razas primordiales de América, de las orillas del Atlántico a la
selva amazónica, de ésta al altiplano de los Andes, y de este últi–
mo, por fin, a los valles de clima semitropical y tropical de la