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-3-

Es claro que de tal Folklore que encon ·

traron ~y

que inal se apuntó, no hay que echar

todo a·:un lado. El que estudie hoy con los.

rnedios modernos todo aquel enjambre de fá–

bulas,

rito~,

mitos

y

tradiciunes, encontrará

· bastantes

y

verdaderos tesoros ocultos sobre

tnuchos puntos de vista de aquellas costum·

bre,~,

leyes

y

estado social de . los pueblos an–

dinos, trans,

y

cisandinos; sólo sí hay que

considerar

y

no equivocarse en lo que respec–

ta al lado cronológico o dirernos mejor, tener

en cueuta que antígüan1ente existía una con–

siderable cultura, la cual los castellanos ya

no la hallaron. Esta gran civilización

y

henno·

sas costumbres, que calificarnos de prehistóri–

cas, habían bajado ya los últi1nos peldaños ,.

de la decadencia

y

lo que relataban los mes-

. tizos eran nada 1nás que recuerdos folklúri–

cos de una antiq uísirna

y _muy

·alta cultura

que

estaba

in

uy

lejos,

detnasiado

lejos

ya,

la cual la hacían reví vir los poco veraces

inestizos ante la n1ente o itnaginación de los

créd nlos castellanos. Nadie desconoce el ca–

rácter mentiroso de los indios

y

m~stizos,

es–

pecialmente de los llarnados Queshuas

y Ay–

n1aras, los que aun que procuren evitarlo

siern pre están en pugna con la verdad. 'fodo

aquello que contaban a los primeros españo·

:les por medio del famoso Felipillo,

y

los que

no se dieran cuenta de la intencionalrnente

rnala traducción del ''lengua", no era más que

un enjambre de fábulas

pa1·a

prestar realce