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Es claro que de tal Folklore que encon ·
traron ~y
que inal se apuntó, no hay que echar
todo a·:un lado. El que estudie hoy con los.
rnedios modernos todo aquel enjambre de fá–
bulas,
rito~,
mitos
y
tradiciunes, encontrará
· bastantes
y
verdaderos tesoros ocultos sobre
tnuchos puntos de vista de aquellas costum·
bre,~,
leyes
y
estado social de . los pueblos an–
dinos, trans,
y
cisandinos; sólo sí hay que
considerar
y
no equivocarse en lo que respec–
ta al lado cronológico o dirernos mejor, tener
en cueuta que antígüan1ente existía una con–
siderable cultura, la cual los castellanos ya
no la hallaron. Esta gran civilización
y
henno·
sas costumbres, que calificarnos de prehistóri–
cas, habían bajado ya los últi1nos peldaños ,.
de la decadencia
y
lo que relataban los mes-
. tizos eran nada 1nás que recuerdos folklúri–
cos de una antiq uísirna
y _muy
·alta cultura
que
estaba
in
uy
lejos,
detnasiado
lejos
ya,
la cual la hacían reví vir los poco veraces
inestizos ante la n1ente o itnaginación de los
créd nlos castellanos. Nadie desconoce el ca–
rácter mentiroso de los indios
y
m~stizos,
es–
pecialmente de los llarnados Queshuas
y Ay–
n1aras, los que aun que procuren evitarlo
siern pre están en pugna con la verdad. 'fodo
aquello que contaban a los primeros españo·
:les por medio del famoso Felipillo,
y
los que
no se dieran cuenta de la intencionalrnente
rnala traducción del ''lengua", no era más que
un enjambre de fábulas
pa1·a
prestar realce