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HORACIO H. URTEAGA
se fijaron, cuál fué el motivo de su establecimiento en esa re–
gión, a qué época hay que referir estas antiguas invasiones y
establecimientos? son preguntas que por mucho tiempo abrirán
sus interrogaciones a la historia y que difícilmente puede
contestar con precisión la arqueología.
E~to,
no obstante, los
datos que esta última ciencia ha aportado con su labor infati–
gable en estos últimos diez años, pueden ya llevar a las
i–
guientes conclusiones:
la. En la región del actual departamento de Cajamarca
existieron, desde remota época, vastos dominios yungas o de
gentes de la misma filiación étnica que los pobladores de· la
costa peruana; así lo atestigua los restos de poblaciones cu–
yos nombres yungas han perdurado, no obstante la doble
COI).–
quista de los antiguos kechuas, de los aimaras y de los Incas.
2a. En la misma región, la persistencia de nombres de ii–
liación aimara, desparramados en una vasta extensión, prue–
ba qua la raza colla vivió y dominó en una época, en esa zona.
3a. Que sobre los antiguos pobladore yungas y aimará,,
ya muy mezclados, cayó la conquista kechua que bajo los in–
cas impuso la lengua oficial y la religión heliaca; pero que
esta conquista encontró los rastros de una antigua domina–
ción kechua, representada en posesiones geográficas cuyos
nombres perduraban y en la existencia de la lengua kechua,
que los españoles encontraron completamente generalizada en
esas serranías, generalización que no podía ser oca ionada por
la imposición oficial, pues la conquista de lo
Incas apenas data–
ba de dos tercios de siglo, y en tan corto tiempo era imposible
su completa adopción por los vencidos.
Por ser el valle de Caxamarca el más poblado, era tam–
bién el que tenía la residencia del gran Régulo, cuya juri dic–
ción se extendía sobre todos los demás curacas que domin¡¡ban
la vasta región, cuyos límites apenas difieren de los del ac–
tual departamento.
Se ha creído y sostenido, que el país ele los ConchuroR,
cuyo principal centro estaba seguramente en el antiguo pueblo