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HORACIO H. URTEAGA

ma de comercio español propagó en América y que las moti–

vaba la falta de vías de comunicación y Ja tardía oferta de las

manufacturas, fueron, en Ja región que estudiamos, la de Angía

y la de Cutervo. Su establecimiento es muy antiguo y datan

desde la fecha de las misiones evangélicas. En Angía se ce–

lebraba, en la fiesta de la Virgen de los Dolores de Angía, ima–

gen que se venera en toda la región de Tacabamba, y cuya

fiesta daba lugar a una romería desde muchas leguas a Ja re–

donda. La de Cutervo se celebra, hasta hoy, durante los días

14, 15

y

16

de agosto, coincidiendo con la fiesta de Nuestra

Señora de Ja Asunción, que es la virgen patrona del día.

Chota también llegó a establecer una feria anual, y por

rivalizar con la de Cutervo, la fijó en la misma fecha.

La corriente comercial en esa zona se bifurcó, así, a dos cen–

tros de especulación y de festejos: Chota y Cutervo, perjudi–

cando a ambos mercados, porque no sólo disminuía la concu–

rrencia y las transacciones, sino que era ocasión para celo ,

rencillas y divisiones de chotanos y cutervinos. Chota, con su

espíritu progresista y sus industrias nativas, que ante afluía

y ac1·editaba Ja feria cutervina, se vió, no obstante, debilitada

en sus utilidades comerciales. Era la antigua rivalidad que

no cejaba. Hoy las ferias decaen cada vez má . Los grandes

centros mercantiles permanentes en cada ciudad y en cada

pueblo, las vías de comunicación más fáciles y los medios de

trasporte más cómodos, han quitado a la antigua feria su ra–

zón de ser. Chota, Cajamarca y Chiclayo surten hoy al peque–

ño comercio y a los particulares, de todo Jo que antes se traía

desde bien lejos y que se ofrecía raro por encontrarse en lo

días de la fiesta anual, únicamente.

Cutervo es una ciudad pintore ca y bien poblada, recosta–

da en la falda del maciso de Ilucan, que se muestra espléndido

hacia el noroeste, se extiende un poco hacia el valle delante de

ella, y a su alrededor se abren los picos de las montañas para

dejar en su plano despejado un pequeño pero fertilísimo va–

lle, donde la vegetación e muestra por doquier y el ganado

y los pastores ofrecen originales temas al ingenio de un pai-

aji ta. En Ja cumbre de Ilucan, todavía se muestran lo · r e -

tos de una fortaleza antigua del tiempo en que lo agrícolas

y

edentarios yungas tenían que defender sus \'alles fértiles, de