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76

EL AYLLU

La difusión geográfica de una lengua, no

demuestra sino que una civilización á cuyo

servicio se hallaba ella se extendió por luga–

res donde estampó su huella imperecedera.

Si en el siglo XX encontramos en Inglaterra

una ciudad, río, región, que encierre en su

nombre un orígen latino, no habrá menos

que concluír que los romanos ó la civiliza–

ción latina, llegó hasta allí. Igualmente, si en

el siglo

'L

ó LX los exploradores

y

arqueó–

logos de ese entonces encontrasen en el polo

sur , en el Cabo ó en Australia nombres de

filiación inglesa, la inducción no se haría

esperar. Tendrían que aceptar que antiguos

viajeros

y

audaces exploradores, que habla–

ban su idioma, el inglés, uniendo la gloria

al interés, habrían excursionado hasta tales

confines dejando huellas de su permanencia

y

dominación, fundando colonias

y

ciudades,

así como los tirios

y

fenicios hace tres mil