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EL AYLLU
La difusión geográfica de una lengua, no
demuestra sino que una civilización á cuyo
servicio se hallaba ella se extendió por luga–
res donde estampó su huella imperecedera.
Si en el siglo XX encontramos en Inglaterra
una ciudad, río, región, que encierre en su
nombre un orígen latino, no habrá menos
que concluír que los romanos ó la civiliza–
ción latina, llegó hasta allí. Igualmente, si en
el siglo
'L
ó LX los exploradores
y
arqueó–
logos de ese entonces encontrasen en el polo
sur , en el Cabo ó en Australia nombres de
filiación inglesa, la inducción no se haría
esperar. Tendrían que aceptar que antiguos
viajeros
y
audaces exploradores, que habla–
ban su idioma, el inglés, uniendo la gloria
al interés, habrían excursionado hasta tales
confines dejando huellas de su permanencia
y
dominación, fundando colonias
y
ciudades,
así como los tirios
y
fenicios hace tres mil