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jidad al <;kscuhrir su verdadera inter–
pretación:
el
brujo viene a represen–
tar
en
d
grupo
<le
personajt·s al sumo
sacerdote, que en la teogonía inci1 ica
era a su vez agorero, adivino, i pot;
consiguiente hechicero o brujo con
arreglo a la concepción cristiana de
los conquistadores. Ahora, ese golpe
seco de tambor al oido de Pizarra
pretende reconlarle la pérfida muer–
te dada a Atahualpa, a su Inca, que
lo tiene enfrente; con la continua re–
petición quieren simbolizar que
el
su–
mo .sacerdote,
el
huilfoc--uma,
el bru–
jo, va a despertar al eterno roedur,
la conciencia, cuyos golpes resonan–
do constantemente en los oídos de
Pizarrí>no pueden ser otros que los
<lcl
remordimiento, los que si11 des–
canso deben tronar después de la
iniquidad cometida, dando ignomi–
niosa muerte a su amo i Señor. Toda
esta alegoría han necesitado rnden.r–
le de un velo, Y':ndo hasta alterar la
verdad historica, I-luascar por Ata–
hualpa (aunque este era para ello!S
un usurpador
i
no le miraba!! bien).
J
ttnn por Francisco (salvo se hubiere
llamado
J
nan Francisco), i aceptar
el cquinllente de sumo sacerdote, por
el brujo, para desorientar, volviendo