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APÉNDICE TERCEI<O
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El manuscrito de donde hemos tomado
es~as
piezas
de la doctrina cristiana en los idiomas de las tribus sal–
vajes del Oriente perteneció, indudablemente, á algún
misionero j esuíta del siglo décimo octavo: creemos, sin
peligro ninguno de equivocarnos, que fu é del Padre De
Franciscis, siciliano, que estaba en Mainas, cuando los
je uítas fueron expulsados de las misiones por orden de
Carlos tercero en 1767, pues de ese Padre poseemos al–
gunos manuscritos, con lo cuales tiene muchí ima seme–
janza éste.
Conociendo en Quito nuestra afición á recoger pape–
le antiguos, nos fu é obsequiado este manu scrito, dicién–
donos: "Quizá esto Je se rvirá á U d.: es cosa vieja,
y
que parece que sólo á U d. le servirá".
El manuscrito conti ene toda la doctrina cristiana en
el idioma de los Icaguatas
y
de los Yameos : en el idioma
de los Omaguas no ti ene las oraciones,
ino solamente las
preguntas: además tiene dos catecismos en quichua, por
los cuales se conoce cuál era el aspecto ó la fisonomía
filológica (dirémoslo así), que
á
fines del siglo décimo
octavo prese ntaba el quichua, introducido
y
vulgarizado
por los mision eros en las reducciones cristianas de la co–
marca oriental trasandina.
En cuanto
á
la transcripción de las palabras de los
idiomas de los salvajes, con las conso nantes
y
las vocales
del ca tellano, encargarnos que se tengan presentes las
ob ervaciones del Reverendo Padre Sodiro, presentadas
en su carta sobre el lenguaj e de los Colorado : creemos
muy difícil, y en algunos casos imposible físicamente, re–
presentar por medio de signos eufónicos la pronunciación
genuina de la
palabras de los idi omas hablados por los
salvajes.