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El alma pecadora se la-
mil/a·i cai f'ttwamanita !auca
mentará, gritando: ¡Ay de
cuti macltcwhislwct itccuai–
mí, éste es el cuerpo á
ha!,.. Alaií, cr;l'i amipac ai–
quien yo t:wto amé y com-
chamanta ñuca Diostct,?iiwa
plací, como si h11biera sido
cushicuita hllasltayachishca–
Dios! ¡Oh cuerpo abomi-
ninvii
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Cltainnanta tucui
n::i,ble, tú eres aquel
tí
quien
rwuwmia, huaccltcwunct, ca–
yo tantas veces lo entregué
paci;wict , shinamdin muyu
á la borrachera! . . . ¡Ay,
pachama;nta, cai 71acha;pae
por esta carne abominable,
callai·iimanta p;tchucaica–
yo he perdido
:í
Dios y la
ma, Jesltcri,stopcw Ttaitpacpi
gloria eterna! - Despué
tandaringa. Quilleashca li–
todos los hombres del orbe
brocllnapislt ziascasltca can–
entero , pobres
y
ricos,
y
ga, runacuna libro1;unapi
todos cuantos han exi tido
quillcaslwaca111a, rnraslwa–
de ele el principio del mllll-
cunacOJ1na /aripasltca eanr
do ha ta su fin , se reuni-
ga
1.
Jesu1,rislo mari, lu–
nin eu la presencia de Jesu-
c1tita yac/tac oasltpaca, tu–
cri to.
e abrirán entonce
1;uima11ta nlli ruraslwata,
los libros
y
los hombres
tucuimanla mana alli ru-
enín juzgados
ogún lo
rasltcata, tucui yuyasltcata,
que en ellos st:í. escrito,
rimashcala, rurnshcala tu,
e decir , conforme
á
u
cui runacunct, angefouna–
obra
1.
Pues , Je ucristo,
supaiczmapac ñaupacpi yu–
como todo lo sabe, ha de
panga, Pai Jestwri,sto lu–
enumerar
y
j uzgar en pre-
cuipi alli, amauta cuslwa–
soncia do todos" los hom-
pish Paiquiq1tin
ca.~hcala
brcs, do los
~ingelc
y
de
ricucltishpa.
.Alli1;111tacr,1,
1
Apoc. 20, 12.
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