DE LAS
SALINA~.
323
nombre de César temido. Y estando puestos en esta órden,
Rodrigo Orgoñez mandó a1 capitan Pedro de Lerma que con
algunas lanzas fuese
á
ver adónde llegaban los enemigos,
é
haciéndolo así se partió
á
lo poner en efeto. Remando Pizarro
é su gente venían caminando con buena órden, yendo siem–
pre corredores que reconociesen los contrarios, é Pedro de
Lerma anduvo hasta que los vió venir, é dió la vuelta
á
su
puesto diciendo que ya cerca de el los estaban.
É
ya el sol de–
clinaba é la noche queria venir, y Hernando Pizarro con sus
banderas tendidas allegó
á
ponerse no muy léjos de sus ene–
migos;
y
entre entrambos reales estaba un pequeño río.
É
como la noche viniese, puestos en arma la pasaron los unos é
los otros, con el temor
y
esperanza que el lector puede ver,
é jamás de la una parte ni de la otra salieron
á
tratar de paz
ni de medio alguno, tanto era el aborrecimiento que se tenían.
É
luégo otro dia bien de mañana, Hernando Pizal'l'O mandó
que moviesen para los enemigos, habiendo primero oido Misa;
é yendo caminando, allegaron al camino real de los Ingas,
llamado Co1lasuyo; é atravesando este camino, fueron por
otro que iba báci'a la fortaleza, con voluntad de volver á los
contrari~s
por la parte de arriba de donde tenían asentado su
real. Y estarian de ellos hasta media legua, é allí, Remando
Pizarro, delante de los capitanes é más gente, comenzó de
justificar su causa diciendo que Almagro movió la guerra, que
él en aquella ciudad estaba por Justicia en nombre del Rey,
é lo había prendido é maltratado, como todos sabían,
y
que
más por cumplir con sus pundonores que .no por acordarse de
la injuria pasada, deseaba castigar á los que, siguiéndo
á
Al–
magro é sus desatinos, habiap sido parte para que hiciese los
yerros pasados; é que pues ellos y él, por mandado del Go–
bernador, venían
á
recuperar la ciudad del Cuzco é sacarla
de la opresion que Almagro 1a tenía, que hiciesen como ca–
balleros lo que debían
á
su amistad, pues concluida la guerra
había muchas provincias
é
descubrimientos que repartir, lo
cual en ellos
y
no en oLros se había de encomendar. Y dicién·
doles m_ás,
que
si Dios les diese la victoria, se hobiesen en