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otra gente en Guaytara,
y
a donde había necesidad esta–
ban hecho baluartes. Las espías dieron luégo aYiso como
todo el real del Gobernador venía, y hacían burla delÍo,–
teniendo por cierto que por ninguna parte podían su–
bir sin llevar lo peor. R emando Pizarra pen ó que por
aquel camino donde e taba el Capitán con lo cien hom–
bres, por ser sin agua y más fragoso podría ser haber
más de cuido; determinó acometellos por allí, y partió a
prima noche llevando gente de pié
y
de caballo, todos
hombres sueltos, .porque forzado se habían de apear poi·
la mucha aspereza que había en aquella ierra que ha–
bían de subir, que es casi una legua, todo cuesta arriba
y muy derecha.
E~
Capitán fué luego avisado, y estaban
él y los suyos e perándole teniéndole por perdido.
Con Hernando Pizarro eran trescientos hombres,
y
no sabían ello r ealmente dónde iban; todos iban callan–
do con mucho silencio, las mechas de lo arcabuces cu–
biertas. Al pié de la sierra e apearon, y con la armas
que cada uno se halló caminaron, la lanzas y adargas
en las manos; los de lo alto estaban prevenido
y
a pun–
to, esperando
~omalllos
fuien arriba, paresci'éndole .ser
en su mano no dejar hombre a vida. El ·Gobernador ha–
bía .quedado con toda la otra gente para partirse otro
día de mañana en· su seguimiento,
y,
como dejaron los
que iban con Hernando Pizarro los caballos y venían
muy armados, era increíble el trabajo que padecían. Los
que ubían a pie llevaban la del&ntera, y no pudieron
pasar por el camino porque comenzaron a dar en pasos
quebrados, y los indio arrojaban de aquellas piedras
_grandes que digimos tenían pue tas. Pues como los de–
]anteros conocieron ir perdidos por allí, porque iban por
algunas partes de manos
y
por otras ca i de peñándose,
dieron vuelta para subir fuera de camino,
y
era tan