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lear, y por su respecto, dexadas las armas, se ver·
nian de paz luego, mas suscedio de otra manera.
la cosa de lo que los españoles tenian pensado.
Montezuma se subio a vna azotea, que no deuiera,
y dixo a sus vasallos muchas cosas, tratandoles
de paz y amor con los xpianos, y la respuesta que
le dieron fue que vn yndio diabolico y atreuido
le dixo en grandes boces, con gran atreuimiento
y sin ninguna verguen <;a: V ellaco bardax, ¿no tie–
nes verguen <;;a d_e estarte ay encerrado con essos
barbados que cada d ia y cada nqche suben sobre
ti y por esso los quieres mucho?; ¿porque no sales
aca
a
uer lo que se haze?; y pues soys ya nuestro
mortal enemigo, tomad alla essas piedras que te
embiamos. Diziendole esto, le tiraron los yndios–
a vna muchas piedras con las hondas, que con la
vna dellas le hirieron malamente en la cabe<;;a,
que despues vino a morir de la herida_dentro de
tercero· dia, con gran pesar de los xpianos, que
lo querian mucho. Con la muerte <leste tan pode–
roro rey peso grandemente a Hernando Cortes
por no le aue.r hecho baptizar estando enfermo;
mas tuuieron creydo todos que la herida no fue–
ra nada , mas el amanescio muerto, que dizen que
se pasmo, que cierto
fu~
gran descuydo el que
se tuuo con el. Auiase dilatado de dia en dia su
baptismo porque no sabi a aun las quatro oracio–
nes de la Sancta Madre Iglesia que se las estauan
enseña?do,
y
hasta que los yndius se di essen to–
dos de paz, porque se auia de baptizar delante-