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harían pedac;os; y con esto el Visorrey lo despidio
de si, que no le , quiso oyr mas. Despues destas
cosas assi passadas, dixo el Oydor Ce eda al Vi–
sorrey: juro a Dios y a esta señal de cruz
~,
que mi pensamiento
y
voluntad no fue prender a
v. s., sino seruille toda mi vida, como siempre lo
he hecho; pero ya que v. s. está preso sepa que
no le tengo de soltar, porque los soldados del
exercfro me mataran. Antes tengo determinado de
-
--
embiar a v. s. ante Su Magestad para que vaya a
d_ar cuenta ·de lo -que por aca a hecho, y . en
~len
tretanto v. s. preste paciencia, y estese quedo y
no hable ni alborote l".l gente del exercito y cibda–
danos, porque sepa que si lo haze le haré dar de
puñaladas,
y
enga despues lo que viniere. Y si
v. s. estuuiere
quie.toy pacifico, seruille he de ro–
dillas y le guardare la vida y persona,
y
mas le
hare boluer toda su ropa
y
todo quanto los solda–
dos tomaron en palacio, sin que se pierda cosa al–
guna. Todo esto le dixo Cepeda estando presentes
los tres officiales de Su Magestad, y Martín de Ro–
bles, Pedro de Vergara, Don Antoño de Ri
era,
Martín de Ysassaga, Antoño de Robles, el licen–
ciado Rodrigo Niño, Antoño Solar, Geronimo de
· Aliaga y Francisco d 'Escobar, con otros muchos,
con mas los arcabuzeros que le guardauan. El Vi–
sorrey, quando oyo estas palabras tan rezias que
Cepeda le dixo, las sintio muy de corac;on, y mi–
randole de pies a cabec;a no supo que le respon–
der, por el gran peligro que de presente auia; mas
reportandose vn poco con prudencia y teniendo
gran sufrimiento y cordura, le dixo con simula-