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tuuieron mayor odio

y

rancor, que de día en día le

yuan aborresciendo -mucho mas, y assi le desseauan

yer ya salido de los reynos del Peru. Como el an–

daua muy rezeloso y sospech_oso, mandó a sus ala–

barderos y a dos pajes suyos que a la cantina an–

dauan con el, que en viniendo ante el su Maestro

de campo Diego de Vrbina y el ca pitan Martin de

Robles, que los rnatassen a puñaladas en hazien–

.doles ciertas seftas con el dedo, porque

~stos

le ma–

leauan, segun el auia sentido. No -faltó quien lo

,dixo a los dos, y assi Martín de Robles vino allí

primero, mas con miedo que con verguern;a, y

como era hombre mañoso y vn poco gracioso ha–

bló al Visorrey con una risa graciosa y con

g~an

bumilldad

y

mansedumbre, alc;ando los hombros

hazia la cabec;a, y como

l~

cayo en gracia al Viso–

rrey perdio el mal talante que contra el tenia con–

cebido. Por esto y por otros respectos el Visorrey

no hizo la señal que auia de hacer con el dedo a

los alabárderos, que le estauan mirando de hito en

hito a la cara y a las manos quando vieron entrar

a Martín de Robles, y asi no u vo effecto

~su

muer–

te, ni a la de Diego 9e Vrbina, que vino alli en

aquel punto. Como el no guardaua ningun secreto

en su pecho, dixo a estos dos capitanes lo que tenia

concertado con sus alabarderos, acerca de sus

muertes que les auia de dar, y ellos (1) quedaron

marauillados desto en auer esca-pacto de un pe–

ligro tan grande, que aunque lo auian sabido de

otro no le auian dado credito a ello. Los capitanes

( 1)

Tachado:

escaparon.

~

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