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Hl TOnIA

tura del bill,

y

lo unos creyeron acrificar la

ley

á la justicia, mas otros

la ju licia

á

la nece'idad.

Continuaba al propio tiempo la causa, porque nada e queria omitir

contra el acusado, de modo que si salia con bien del juicio legal lo abru–

mase el golpe·ae Estado. ntes que sus defen ores toma en la palabra

para tratar la cuestion de derecho, trafford rea umió su defen a (15 de

abril de 16

:d) ;

habló largamente y con maravillosa elocuencia, pro–

bando siempre que ninguna ley.calificaba sus actos de alta traicion. Cada

momento crecía la conviccion de los juece , y l se prevalecía de ello si–

guiendo hábilmente sus progre o , adaptando sus palabras

á

las nacien–

tes impresiones, profundamente conmovido , ma sin perder por esto el

don de observar cuanto pa aba alrededor suyo :

<<

lilore , dijo al con–

cluir, esos señores dicen que por Ja alud de la república atacan mi tira–

nía arbitraria; permita eme

á

mi ez atacar tambien por el bien de la

república su traicion arbitraria. Vivimo á la ombra de la laye : ¿de–

beremos, pues, morir por las que no exi ten? Vuestro ascendientes pu-

ieron en buen lugar en nue tro' E tatuto e ta terribles acu aciones

de alta traicion : no querai ser mas sabio ymas hábiles en el arte de

matar; no andeis en busca de algunos sangrientos ejemplo ; no hojeei

los antiguos registro roidos de los gu ano , para di perlar

á

e os leones

adormecidos que podrian un dia acabar con vosotros y con vuestros hi–

jos. Toca.nte á mi, pobre criatura, sino fuera por vue tro interés,

y

por

el de e as prendas sagradas que me ha

d~jado

una anta que ahora está

en el cielo. :.» (el orador se detuvo, derramó amarga lágrima , y le–

vantando luego la frente añadió :) «no tomaría tanta p na por defender

este cuerpo que se desploma, cargado de dolencias que me hacen insu–

frible su peso.» e detuvo de nuevo como , i bu ca e una id a : <<Milo–

res, añadió, me parece que todavía tenia algo que añadir; l ero mi voz

y

mi vigoi· de fallecen; dejo humildemente mi uerte en uestras manos:

sea cual fuere vuestra sentencia, ora me dé la vida ó la muerte, la acep–

to de antemano :

Te JJeum lai¿dam16s.

n

Quedaron los concurrente altamente enternecido yadmirados. Pym

qui o re ponder ; lrafford le miró ; su mi ma inmovilidad era amenaza- ·

dora; su pálidos labio e presaban el mas vivo desden; e detuvo tur–

bado P m, temblaban su mano ,

y

buscaban sin encontrarlo un papel

que tenia

á

la vista. Era la conte ta ion que había preparado, que na–

die escuchó , apresurándo e

1

mismo á dar fiu

á

un di curso estraño

á

los entimi nto d

1~1

a amblea, que apena podia pro11un íar.