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111 TO!llA
asistido
á
Ja cau a;
cl'c
los presentes, vei?te y ei votaron por el bill,
diez y nueve en contra : ya solo faltaba la adhesion del rey.
Cárlos pugnaba todavía, creyéndose incapaz de tanto oprobio. landó
llama,r
á
Hollis, cuñado de StratTord,
y
que por esta causa no había to–
mado parte en la acusacion.
«
¿
Ql)é se puede hacer para alvario?
n
le
preguntó tristemente; Hollís fu e de dictámen que trafford solicitase del
rey
iUn
sobreseimiento, y que este en per ona presentase su peticion
á
,las dos cámaras, dirigiéndolos un discurso que el mi mo redactó; al
mismo tiempo prometía lHteer cuanto estuviese de su parte para decidir
á sus amigo á que se contentasen con un destierro perpétuo : conveni–
dGs asi, se separaron. Parece que Bolli h.abia adelantado algo en la cá–
mara ; pero la reina, temerosa de las asonada .que iban diariamente en
aumento, y enemiga declarada de trafford, con mas motivo por el pre–
sentimiento de que para alvar u vida había prometido revelar todas
us intriga , hizo tomar
á
su marido parle en sus terrores
y
so pechas ·
era tal su espanto, que quería huir, embarcarse, vol er á Francia,
y
.hacer cuanto antes todo los preparativos. Turbado con Jos llantos da su
mujer,
y
fuera de estado de tomar una resolucion por
i
mismo, convocó
'Cárlos ante todo un con ejo privado , y de pues otro de obispo . olo
Juxon, obispo de Lóndres, le aconsejó que siguiese su conciencia; todos
los demás, particularmente el obi po Lincoln, prelado intrigante
y
con–
trario
á
la córte,, le instaron á que sacriüca e un individuo al trono, y
su conciencia de hombre á sti conciencia de rey. o bien acababa de
salir de esta conferencia, cuando le entregaron una carta de trafford :
el
Señor, le escdbia este, despues de un ob
tina.docombate he tomado Ja
única resolucioR qne me conviene; todo interés prhado debe ser· nada
ante la felicidad de vu stra sagrada per ona y la del E Lado ; o suplico
que aceptando el bill removais el ob táculo que se opone
á
que exi ta una
dichosa armonia enlre vos y vuestros súbditos.
Ii
con entimienlo, se–
ñor, os erá de ma peso delante de Dios que todo cuanto o puedan de-
ir los hombres : ningun tratamiento es injusto para con aquel que lo
olicita. Mi alma, pronta á huir del cuerpo, lo perdona todo
y
á todo
con la dulzura de un gozo inefable. olo os suplico que concedais
á
mi
pobre hijo
y
á sus tres hermanas la protec ion que merecía u de gra–
ciado Iadre; egun que un dia parezca culpable ó inocente.
l>
Al día siguiente, Carlton, se retario de E tado, pa ó de parte d l
re á anunciar á· LrafTord que habia consentido en el bill fatal. Las mi–
rada del conde dejaron entre r algnna orpresa, per p r toda res-