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DE LA HE\IOLUCION DE INGLATEHRA.

']

7

Los discu rsos eran ciertamente atrevido , si bien que respetuosos :

<l

No pedimo al rey que despida sus malos consejeros, como se hizo en

tiempo de Emique IV

y

Enrique

vt;

DO

queremos intervenir en su elec–

cion, como en los reinados de Eduardo II, fücardo JI, y los dos Enriques

ya nombrados; no deseamos que los elegido deban prestar juramento

ante el parlamento, como acaeci(J bajo los reinados de Eduardo I y

lf,

y

de Ricardo

JI ;

ni que se les señale la ·conducta que deben seguir, como

se practicó bajo Enrique

my

Enrique IV; ni que

s.

M. prometa como

Enrique 1II que nada practicará sin el consentimiento del gran consejo

del país : solo espresamos, como fieles súbtidos, nuestros mode tos de–

seos. Puesto que está rodeado el rey de consejeros sabios, justos

y

no–

bles, deseamos que de acuerdo con ellos ponga un remedio á los males

del Estado,

y

no se deje jamás guiar por un solo hombre, ni por conse–

jeros jóvenes.

n

Ai hablaba sir Roberto CoÚon, sabio ilustre

y

orador

modP-rado ;

y

la cámara, protestando con él que no deseaba imitar la

osadía del antiguo parlamento, oia con placer su recuerdo.

Disgustábase el rey, mas no por esto se quejaba, puesto que, i bien

importuno , no le parecía todavía peligroso tal lenguaje Tenia por otra

parte necesidau de subsid ios; el último parlamento había deseado con

ardor la guerra contra España,

y

no podía rehusarse rnstenerla : asi

e~

p ue Cárlos insistía en que se le facilitasen los medios, ·prometiendo aten–

der á las justas pretensiones.

Pero la cámara desconfiaba hasta de la promesa del mismo rey,

que era apreciado y que no babia violado ninguna. Con el trono heredan

en cierto modo los príncipes las faltas ele sus antecesores. Creía Cárlos

qne nada tenia que temer, porque no había hecho mal á nadie; el pue–

lilo por el contrario deseaba arrancar de raiz los males pa actos para no

temer el porvenir. Al pronto solo concedió -la cámara baja un corlo

r,ub idio, votándose únicamente por 11n año los derechos de aduana : estu

último e tomó

á

ofen a, y la cámara alta se negó

á

ello. Segun esto,

·necia la cúrte, se tiene meno' confianza en el rey que eo sus

predece~o­

res, que habian obtenido aquellos derechos por todo su reinado : y in

rmbargo e acababa de presentar con rara hnena

el estado de la ha–

rienda in rehu,ar docbmento ni esplicacion alguna. La necesidad era

rridente

y

no convenia en sentir de los lores descontentar in moti''º

á

11n jóven monarca qne daba mue

Lra

de querer marchar en armonía con

el µarlamento.

No decia aquella cámara que se negaba á ulteriores

~nbsiclios;

pero

J .