Table of Contents Table of Contents
Previous Page  21 / 472 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 21 / 472 Next Page
Page Background

DE LA RE OL CIO DE INGLATERRA .

'Í5

Lo mas o ados puritano no e atrevían

á

medir lo derechos

y

limitar

un poder al que debían tanto,

y

si algunos daban un páso bácia este ob–

jeto, la nacion admirada aplaudía aunque sin seguirlo .

Era no obstante indi peo able, se necesitaba que retrocediese la re–

forma, ó que esta estendiera la rnáno obre el gobierno, como único

que se oponía

á

sus progreso . Con el liempo e amae traron los ánimos;

la energía de la conciencia trajo con igo la audacia ue lo pensamientos

y de los plane ; la creencia religio a clamó por derecho politi o : se

empezó

ó.

reflexionar porque no se di frutaban : se indagó quien los u ur–

paba, bajo que litulo, y

finalment~

se pen 6 en lo que debía practicarse

para alcanzarlos. Algun ciudadano obscuro que en otro tiempo e pro .,.

ternaba al solo nombre de Isabel, y que nunca se hubiera atre ido á mi–

rar osadamente el trono si en la tiranía de los obispos no bubie e hallado

la de la reina, se dirigió decididamente ontra ambo cuando le fue

fo1

1 -

zo o defender su fe. Entre Jos gentil-hombres obre todo, entre lo ter–

rateqientes y el pueblo, cundió esa necesi<lad de exámen de re islencia

tanto en punto de gobierno como de dogma, que era donde fermentaba

y hacia adelantos la reforma religio a. Meno preocupada la corte

parte de la nobleza tocante á su creencia, se habían contentado con las

innovaciones de Enrique VID ó de sus sucesores, y sostenían la ig'lesia

anglicana por conviccion, por indiferencia , por cálculo ó por lealtad.

Menos afectados de los intereses, pero mas e puestos á los golpes del

poder, cambiaron entonces lo municipios de actitud y modo de pensar

en sus relaciones con la monarquía.. Iba desapareciendo de día en día su

timidez, á medida que se aumentaba su ambician. Toda las clases ele–

vaban sus miradas sobre su propia condicion. l profe ar el ristiani mo

ada cual, sondeaba con u amig·os los misterios de la creacion, leía en

los libros anto las le es de Dios: para obedecer era preciso resi tir á otras

leyes,

y

con iderar hasta donde tenian fuerza estas últimas. El que bu ca

los limites de un poder no tarda en a eriguar su origen; asi fue como

la naturaleza del poder, sus antiguos dique , su reciente usurpaciones

y

su legitimidad, llegaron

á

ser un objeto del mas vi o exámen, modesto

en su principios, hijo de la necesidad

y

secreto, pero que aguijoneaba

los

ánimo~,

y

por último les inspiraba pretensiones atrevidas. La misma

Isabel, popular

y

respetada', sintió los efectos de este naciente gér–

men,

y

los rechazó, aunque sin intencion de arrostrar sus riesgos. No

ucedió así en tiempo de Jacobo

l.

Débil

y

despreciado, quiso pasar por

dé pota; mas el aparato dogmático de sus impotentes pretensione pro-